Entre la espada y la pared. Así es como se encuentra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuando se cumplen 11 meses de guerra en Gaza. Por un lado, cada vez son más las presiones hacia el mandatario para que facilite un acuerdo de tregua con Hamás que permita la liberación de los rehenes que siguen retenidos en la Franja. Por otro, su Gobierno amenaza con resquebrajarse a raíz de las divisiones internas dentro de su propia coalición: mientras unos le apremian a negociar un alto el fuego, el ala ultraconservadora -clave para la permanencia del premier en el poder- insiste en la necesidad de intensificar su ofensiva contra los islamistas.
Los ojos llevaban ya tiempo puestos sobre Netanyahu, aunque el reciente hallazgo en un túnel en Rafa, en el sur del enclave palestino, de los cuerpos sin vida de seis israelíes secuestrados por las milicias el pasado 7 de octubre ha reavivado los recelos en torno a su gestión.
De acuerdo con la autopsia de los cadáveres, las dos mujeres y cuatro hombres asesinados -de entre 23 y 40 años- fallecieron por disparos de Hamás apenas dos o tres días antes de ser encontrados por el Ejército judío.
Desde entonces, el dirigente hebreo no solo se ha convertido en el blanco de las críticas de las familias de los rehenes, sino también de unas masivas protestas en Israel que ha tratado de ahogar por vía legal, si bien el fuego parece difícil de sofocar.
El mensaje en las calles es claro: si Netanyahu hubiese aceptado las exigencias del grupo terrorista y firmado un alto el fuego, los seis retenidos habrían sido liberados hace semanas.
Al menos, esa es la idea que se ha difundido estos últimos días entre la población después de que Hamás publicara una serie de vídeos en los que aparecen los fallecidos, aún con vida. En las imágenes, que se desconoce cuando fueron grabadas, los cautivos culpan al mandatario de su situación, advirtiendo ante la cámara y con un mensaje que parece cuanto menos guionizado que «ninguno sobrevivirá» sin una tregua.
La ínfima posibilidad de haber podido evitar sus muertes ha despertado, además, cierto recelo en la comunidad internacional, también entre algunos de los principales aliados occidentales de Netanyahu.
El propio presidente de Estados Unidos, Joe Biden, acusó al premier de no estar haciendo lo suficiente para liberar a los secuestrados, mientras que las autoridades del Reino Unido suspendieron decenas de permisos de venta de armas a Israel ante el temor a que sean usadas para «violar el Derecho Internacional» en el enclave palestino.
Un corredor en disputa
Sin embargo, Netanyahu está dispuesto a mantener el pulso y ha reiterado estos días que su Ejército no va a ceder ni un milímetro del control del corredor de Filadelfia, la franja de 14 kilómetros que recorre la línea divisoria entre Gaza y Egipto y la principal exigencia de Hamás para alcanzar un acuerdo.
«Si se quiere traer de vuelta a los rehenes, tenemos que controlar el corredor de Filadelfia», defendió recientemente, insistiendo en que «salir de ahí no traerá a los rehenes a casa».
De hecho, considera que la retirada de sus tropas de la zona podría ser aprovechada por el grupo armado para trasladar a los secuestrados hacia la península de Sinaí y que se les pierda el rastro «para siempre».
Su enrocamiento responde a motivos de estrategia, para evitar que el movimiento islamista se rearme, pero también podría deberse a las presiones dentro en su propia coalición por parte de los partidos del ala más dura, claves para su permanencia en el poder y completamente contrarios a una tregua y a la solución de los dos Estados.
Consciente de que sus escaños son fundamentales, Netanyahu ha hecho todo lo posible por mantener sus demandas satisfechas, si bien la decisión del Tribunal Supremo israelí de poner fin a la exención militar de los ultraortodoxos hace unos meses ya le hizo temer una renuncia en cascada de parte de sus ministro y, por ende, la caída de su Gobierno.
Por ahora, las aguas están calmadas, aunque el primer ministro podría tener que enfrentarse a otro rebelde en su Ejecutivo. Se trata del titular de Defensa, Yoav Gallant, quien, en un gesto inaudito, pidió hace unos días dar marcha atrás a las acciones y retirar las tropas desplegadas en el corredor de Filadelfia. No obstante, la hoja de ruta de Netanyahu está, de momento, clara.