Rafael Torres

FIRMA SINDICADA

Rafael Torres

Periodista y escritor


Los muertos del calor

13/08/2024

Hay días que no baja de cuarenta o cincuenta el número de los muertos en España a causa de la sucesión, sin un respiro, de las olas de calor, pero cuando acabe el verano o cuando sea que se quiebre esa cadena letal, se contarán por miles, si bien de semejante mortandad apenas quedará una memoria puramente estadística, unas cifras que, por lo demás, no habrán servido para salvar ni una sola vida, ni para salvarla en el futuro.

La mayoría de esas muertes prematuras, que lo son por mucho que se ceben con los mayores, son perfectamente evitables, pero las autoridades públicas, sumidas en el "dolce far niente" vacacional de agosto, que tampoco se diferencia gran cosa de su "far niente" habitual, no parecen mostrar la menor intención de evitarlas. No podrían, ciertamente, revertir de pronto las devastaciones del cambio climático que las provoca, pero sí proteger y poner a resguardo de la ardentía a sus potenciales víctimas. Pudiera ser que al principio les costara poner en marcha el caletre para idear el modo, pero todo es empezar, y, en este caso, empezar a pensar en las personas, en las más vulnerables principalmente.

Cuando la siniestralidad en las carreteras llegó a extremos insoportables, esto es, a un número de muertos en accidente similar al de las actuales víctimas del calor, se dictaron medidas (cinturones de seguridad, limitaciones de velocidad, mejoramiento de las carreteras, carnet por puntos, campañas de concienciación, controles de alcoholemia) que, al poco, la redujeron significativamente. Sin embargo, desde aquél tórrido 2003 con miles de fallecidos hasta hoy, en que no han cesado de sucederse las temperaturas inhumanas, nada se ha hecho para evitar que tantos españoles (ancianos, crónicos, agricultores, albañiles, camareros...) sucumbieran al infierno de estos veranos asesinos.

Los neurólogos saben que cuando la temperatura rebasa los 35º un día y otro, y otro, el cerebro se licúa como si dijéramos y deja de funcionar debidamente, pero, así y todo, alguien debería conservar alguna lucidez para pensar en los evitables muertos del calor.