El Numancia saltaba al terreno de juego de Los Pajaritos para recibir a la UD Logroñés con el objetivo de sumar su segunda victoria consecutiva que consolifade por fin al equipo en la zona alta de la Primera Federación.

Iñaki Bea repetía dibujo de tres centrales refrescando el lateral izquierdo con la entrada de Jaume Pol. El técnico insistía esta semana en no presionar a sus jugadores, pero el inicio de partido era prácticamente un calco al del Real Unión. En los primeros 20 no pasó absolutamente nada.

En el minuto 23 un remate de Clau para el Logroñés iniciaba las ostilidades con un disparo que se marchaba fuera, pero ese aviso tampoco sirvió de acicate para los locales que no podían mantener demasiado tiempo la posesión del balón.

El primer atisbo de reacción se producía a la media hora de juego. Un robo en tres cuartos de campo de Rubén Mesa acababa en un posterior pase del delantero a Moha, pero cuando pisaba área, el defensa estaba más rápido. El descanso llegaba a Los Pajaritos sin más noticias del ataque local.

Algo les debió decir Iñaki Bea a sus jugadores en el vestuario para que el equipo saliese con más empuje en la segunda mitad. Las llegadas al área se multiplicaban y un centro de Mancebo, que había ingresado por Carrillo, conectaba con la cabeza de Bonaldo. El balón entraba en la porteria tras el desvío de un defensa. Era el minuto 67.

El Logroñés casi devolvía el golpe inmediatamente después pero Ayesa se imponía a Clau Méndez en el mano a mano. Tras el lógico cabreo del técnico local, el partido se estabilizaba y parecía que el Numancia daba por bueno el resultado.

Los minutos pasaban y Rubén Mesa estuvo a punto de sentenciar el encuentro, pero como ya ocurriese en Castalia, el balón se estrellaba en el poste. Los visitantes intentaban crecer a través del balón, pero la zaga rojilla no concedía espacios.

No podía faltar un último susto. Dani Pichín se planteaba solo ante Ayesa, pero de nuevo el cancerbero se imponía para respiro del público de Los Pajaritos. El Numancia certificaba su buen momento con el pitido final que significa la primera victoria de Iñaki Bea en casa y la confirmación de que el equipo soriano puede pelear por algo más.