La compañía Genia Bionergy construirá una planta de biometano en Langa de Duero, un proyecto que supondrá una inversión de más de 23 millones de euros y producirá energía destinada a la red de transporte, gas suficiente para cubrir el 1,5% de la demanda de gas natural en la provincia. El Ayuntamiento langueño y la Cooperativa Ribereña de Forrajes respaldan esta iniciativa, que supone una alternativa sostenible económica y medioambientalmente para gestionar tanto residuos agrícolas como ganaderos. El gerente de esta cooperativa, Fernando Sánchez, desgrana las claves de esta propuesta, que generará una docena de puestos de trabajo directos y unos 35 de carácter indirecto.
La Cooperativa Ribereña de Forrajes surge en Langa de Duero en 2010 con el objetivo de impulsar, en aquel momento, una planta de biomasa. ¿Cómo fue el inicio?
Su origen es una cooperativa de primer grado para la producción de forrajes. Vemos que las necesidades del entorno nos se pueden circunscribir a un determinado tipo de forraje porque no aquí no hay un regadío típico, por lo que se intenta buscar una línea de actuación como sector primario de cara a producir forraje ecológico. En ese momento, empieza a tomar forma desde el punto de vista jurídico, que sí existía para cultivos intensivos y hortícolas, no para extensivos y forrajes.
La producción de forrajes está desarrollada, abarcamos aproximadamente unas 1.500 hectáreas y todo se comercializa con Agropal (Agropecuaria Palentina Sociedad Cooperativa). Aquí lo que hacemos es controlar el sistema de siega, la coordinación de envíos, etcétera. Se construyó un secadero simple para paquetes enteros, para no crear un proceso complicado para el que no teníamos ni dimensiones, ni capacidad económica.
El terreno se compró al Ayuntamiento para desarrollar todo el proyecto. En principio, teníamos necesidad de tres naves, pero como el proyecto de biomasa no se desarrolló nos quedamos con una nave, mientras salía una alternativa.
¿Cuántos socios constituyeron la cooperativa y cuántos quedan?
En aquel momento éramos 42, de Langa de Duero y del entorno de las provincias de Soria, Burgos y Segovia. Esencialmente, se pretendía el desarrollo de un proceso industrial y cuando no se lleva a cabo, muchos socios salen. A lo largo del tiempo, ha habido entradas de socios nuevos y han salido otros. El proyecto ha estado vinculado al forraje ecológico y, ahora mismo, somos trece socios.
¿Qué producción anual tienen?
Depende los años, porque el secano es muy variable. Este año estaremos sobre las 1.000-1.500 toneladas.
Hace catorce años, la Cooperativa Ribereña de Forrajes iba de la mano con el Ceder (Centro de Desarrollo de Energías Renovables) de Lubia para ejecutar una planta de biomasa. ¿Qué pasó para que aquello no fraguara y qué alternativas han surgido en este tiempo?
La planta de biomasa fracasó porque el marco jurídico cambió. No había apoyos a la producción de energía eléctrica a base de biomasa. Nuestro socio financiero-tecnológico se desvinculó. Lógicamente, nosotros no teníamos capacidad para hacerlo. Eso nos costó mucho dinero y, sobre todo, imagen respecto al entorno. Pero no cejamos en buscar salidas. Los socios de hoy son consolidados y han participado con ampliaciones de capital sucesivas. La cooperativa tiene un capital social muy alto.
¿A cuánto asciende?
A 320.000 euros y se va a hacer otra ampliación. Todos van a asistir, no porque lo necesitemos para financiar la parte que nos corresponde, sino porque queremos tener un soporte sólido como para no depender de financiación externa y estar siempre condicionados.
Nosotros participaremos en el capital social de la planta de biometano que se va a construir, tendremos aproximadamente un 30%.
Desde Aporso (Asociación Provincial de Productores de Ganado Porcino de Soria) se planteó una planta de biogás, ¿tiene que ver con este proyecto de ahora?
Algunos socios tienen ganadería de porcino, pero la planta de biogás no tiene nada que ver con esto. El presidente de Aporso, Miguel Ángel Ortiz, es secretario de la cooperativa. Y nos planteamos la posibilidad de que cualquier socio si tiene necesidad de evacuar purines, podría entrar.
¿De qué se va a surtir la planta?
Nosotros hablamos de materia prima para no caer en el error de que un subproducto no participa en el mercado. Esa materia prima está unida a la obligatoriedad que tienen los ganaderos de desvincularse de los purines para uso agrícola, próximamente va a salir una ley que va a obligar a ello. Esto implica un coste, que la cooperativa cubrirá para sus socios. El coste es por eliminar residuos y el transporte.
La cooperativa tiene un objeto social y participa en el capital de la sociedad por dos razones. Por un lado, para que el vínculo se mantenga en el tiempo, independientemente de la coyunturas económicas y comerciales, con lo cual esa estabilidad hace bancable a este proyecto. Hay una experiencia por parte de los bancos y del sector primario que es el biodiésel, para lo que se construyeron en España 24 fábricas y hoy queda una. Hay que evitar eso. Por otro lado, la trazabilidad de cara a los bancos va a ser fundamental, esto estará sometido a un 'project finance', en el cual el estudio del proyecto es integral. Hay fondos de inversión interesados.
¿Cree conveniente que entren otros socios?
Sí, pero es verdad que algunas sociedades generan pleitesías e inconvenientes. Nosotros el tema financiero lo estamos trabajando como cooperativa, porque tenemos que hacer inversiones para suministrar esa materia prima a la empresa y, además, aportación de capital. Mínimo, será entre uno y dos millones de euros, porque son 23 millones más la ampliación de naves y un centro de quemado para producción de agua caliente que tiene que ejecutar la cooperativa, porque teóricamente les tenemos que suministrar nosotros, en base a paja de cereales como combustible. Todo el proceso es circular, verde, y no podemos utilizar otras materias primas. Tendremos una miniplanta fotovoltaica de 500 kW para suministrar a las máquinas.
Es un proyecto interesante y puede ser un modelo.
¿Cuántas plantas de biometano hay en Castilla y León?
Como esta, ninguna en su estructura societaria. Desde el punto de vista tecnológico, sí. Genia Bionergy tiene una planta de referencia en el Valle de los Pedroches (Córdoba), que es de una cooperativa. Las experiencias en biometano vienen sobre todo de países como Hungría o Polonia. Aquí se intenta que con ese conocimiento técnico más el 'know how' que aporta Repsol [participa en el 40% en Genia Bioenergy], desde el punto de vista comercial, se consiga que la trazabilidad de todo el proyecto, tanto de suministro de materia prima como la comercialización de gas, quede vinculada a una realidad de mercado que enlace todo. Es decir, si el gas se vende caro que repercuta en el precio de la materia prima y de la logística, y está barato, que también repercuta, con el fin de que no haya estrés entre los diferentes actores.
¿Ha costado encontrar a un empresa como Genia Bioenergy para sacar adelante el proyecto?
Sí, pero más que de dificultad técnica o comercial, ha sido escoger lo que fuera verdaderamente garantizable. Hay mucha oferta en el mercado que está basada en especulación pura y dura. Teníamos claro que si íbamos a desarrollar algo, tendría que ser con una empresa seria. Hemos tenido opciones, incluso de hidrógeno verde, pero no resolvieron cuestiones técnicas. Estaban preparadas varias operaciones de cierre que se desestimaron porque no había alternativas económicas y no daban seguridad. Por eso ha sido difícil escoger una empresa que nos diera confianza.
Una vez que se ha presentado públicamente el proyecto, ¿qué pasos hay que dar y qué plazos manejan para que la planta de biomeato sea una realidad?
Lo primero fue registrar un contrato entre la cooperativa y Genia Bioenergy. Antes de formalizar la estructura empresarial, Genia es el líder del proyecto. Tenemos que continuar con los contratos de suministro y todo el proceso urbanístico, porque este es un polígono industrial que pertenece al Ayuntamiento de Langa de Duero. Hay que evitar las lagunas jurídicas. Registraremos el proyecto definitivo en la primera quincena de agosto, con el fin de que en septiembre esté sobre la mesa para obtener la licencia de obras y, primero, la licencia ambiental. A partir de ahí empezamos a rodar. El año que viene se cerrarán flecos, sobre todo en el primer trimestre, y a partir del segundo trimestre se empezará a construir. La idea es que el 1 de enero de 2026 la planta de biometano esté operativa plenamente. La conexión con el punto de gas está a cinco kilómetros y hay una operativa en paralelo que es complicada.
¿Para qué se utiliza el biometano?
El biometano se distribuye en la red de consumo, se puede utilizar para industria, automóviles... La orientación es que será un biometano verde, no tiene nada que ver con uno obtenido de otra forma. Esto tendrá sus peculiaridades en función de la normativa y del marco legal. Con la aprobación en Bruselas de la Ley Europea de Restauración de la Naturaleza, el Real Decreto, enmarcado en esa directiva comunitaria, podrá salir.
¿Qué expectativas de empleo manejan con la puesta en marcha de la planta de biometano?
Según Genia Bioenergy, aproximadamente se crearán entre diez y doce puestos de trabajo fijos, de los cuales hay tres cualificados. Empleos de base va a haber muy pocos, porque todo lo que se desarrolle en industria, a partir de ahora, va a ser muy elemental y, seguramente, para trabajos que no tengan necesidad de cualificación.
Y la cooperativa generará otros cuatro o cinco puestos de trabajo, quizás alguno más, porque está en duda externalizar la logística o asumirla.
Retomando el tema de los residuos ganaderos, ¿en qué medida la expansión del porcino puede determinar la evolución de esta planta?
Aquí las explotaciones ganaderas de porcino han crecido mucho, debido a que los ciclos ganaderos los han favorecido y por la integración, que ha garantizado que los ganaderos tengan un mínimo de ingresos. Creo que esta línea va a continuar, porque si no, no habrá ganaderos jóvenes y porque hasta ahora el globalismo respondía a una serie de criterios y están cambiando. En Castilla y León tenemos la ventaja de que tenemos mucho terreno y se puede continuar. Aquí va a crecer y se van a necesitar este tipo de plantas, porque se generará purín que no se va a poder aplicar directamente en suelo. No habrá más remedio que someterla a un proceso de tratamiento. Vamos a generar subproductos minerales, pasteurizados para eliminar bacterias, que se podrán utilizar en el campo. La cooperativa se va a encargar también de comercializarlo.
¿Será suficiente con la materia prima de la provincia de Soria?
Sí, los contratos están cerrados. Si alguien quiere entrar, puede tener opción. La planta de biometano se creará con una capacidad de ampliación de un 30% en el futuro. Si vemos que los resultados corresponden a las experiencias obtenidas en otros sitios y el mercado lo permite, se podrá hacer una ampliación.
¿Han contado con facilidades por parte del Ayuntamiento langueño?
Sí, sí. El Ayuntamiento ha respondido con toda claridad, en todo momento ha estado abierto. Les hemos hecho partícipes de las decisiones.
¿Tienen pensado acceder a algún tipo de ayuda?
No es posible. El borrador de ley contempla que no se pueden recibir subvenciones porque el gas tendrá unas compensaciones. Este proyecto si no se hace así, no es viable.
Para la comercialización de forrajes estamos con Agropal (sede en Palencia), que es una cooperativa de segundo grado, que también tiene deshidratadoras. Nosotros ya llevamos muchos años con el forraje ecológico, es un sector complicado.