El 30 de mayo quedará como día de vergüenza para los sanchistas. No para los españoles, sino para Sánchez y quienes le siguen apoyando.
Vergüenza para los ministros, asesores y compañeros de partido, que han hecho declaraciones públicas en las que aseguraban que jamás se podría aceptar una amnistía porque era inconstitucional. Algunos de ellos, como el propio presidente, incluso utilizaron argumentos sólidos para apoyar sus palabras. No se inmutan, pero les quedará la vergüenza eterna de que los españoles saben qué decían y por qué apoyan ahora una ley que ellos mismos consideraban inconstitucional. Una ley, lo sabe toda España, consecuencia de un chantaje miserable que Sánchez ha permitido a cambio de mantenerse en el gobierno. Solo eso. Su lista no logró los votos suficientes en las últimas elecciones para ganarlas y se echó en los peores brazos para seguir en Moncloa.
Sánchez, y los que apoyan esa ley, quedarán con su dignidad muy dañada, la política y la personal. Porque han engañado a los españoles, han dado prioridad al poder antes que a los principios, han mentido, han tragado lo que una persona decente no puede tragar. Lo han hecho ante partidos que presumen de no respetar la Constitución; partidos que n o quieren ni respetan a España y a los españoles. No se puede caer más bajo.
Los sanchistas atacarán a la oposición para intentar desviar la atención sobre lo que han hecho con el gobierno y con el partido, pero no lograrán su objetivo. Entre otras razones porque la oposición no se hace solo desde el PP o Vox, en las últimas semanas se ha podido comprobar que jueces y fiscales honrados en el ejercicio de su profesión han puesto pie en pared ante los desmanes de Sánchez y sus compañeros; y también un buen número de periodistas han tirado para adelante con sus informaciones, ajenos a las presiones recibidas para que no entren a saco en las críticas a la ley de amnistía y tampoco a las operaciones inauditas que ha protagonizado Begoña Gómez en el mundo de los negocios. Esto último es lo que más preocupa a Sánchez. Y se le nota.
Lo peor para quienes le hacen la ola al presidente, es que esta ley de amnistía no servirá para sus propósitos: no se va a producir un borrado general de delitos cometidos por independentistas. También ellos van a ser víctimas del engaño de Pedro Sánchez. Lo contamos hace tiempo y empiezan a admitirlo en las filas sanchistas: serán los jueces los que determinarán a quién se le puede aplicar la ley y a quién no. Por no mencionar que el Supremo presentará una cuestión previa al Tribunal de Justicia de la UE que paralizará la puesta en marcha de la Ley.
Para mayor escarnio, escarnio para los sanchistas y quien los preside, en cuando se ha aprobado la ley los independentistas se han congratulado con un grito feroz: y ahora, el referéndum.
Vaya papelón el de Sánchez. Imposible asumir que tengamos un gobierno tan falto de dignidad.