Fernando Chaguaceda llega a Fuentelcarro sobre las 8:30 horas de la mañana. Pasea, observa sus calles, escucha sus historias y coloca el caballete. La luz a esta hora es perfecta. El artista elige uno de los rincones de la localidad y comienza a dibujar un boceto de trazos rápidos. Luego coge el pincel, agua y pintura, y aparece el color. Enseguida el papel muestra una fotografía muy particular del pequeño pueblecito soriano. Se trata de la acuarela número 120 de este maestro jubilado que, a finales de 2019, comenzó con un reto personal que tiene como objetivo retratar los casi 500 núcleos de población de la provincia de Soria.
Tras pasar los últimos 33 años de profesión en la villa adnamantina, Chaguaceda se carga la mochila a la espalda para recorrer, pincel en mano y acompañado por su mujer, toda la geografía soriana, uniendo así dos de sus grandes pasiones, la pintura y el turismo rural. «Siempre nos ha gustado hacer excursiones por los pueblos, cogíamos los fines de semana y nos íbamos a una zona determinada. Ahora con el tiempo del que dispongo pensé que podría comenzar a dibujar todas las poblaciones sorianas», explica.
Como la idea inicial era pintarlas por orden alfabético, la aventura arrancó en Abejar, aunque finalmente se deshizo de este plan para poder ahorrar tiempo y kilómetros durante el recorrido. «La cosa empezó regular porque cuando llegamos a la localidad pinariega se puso a llover, pero bueno, al final pude realizar la pintura en directo que es lo que quería», señala. Recién estrenada la iniciativa y con tan solo un pequeño número de pueblos en el cuaderno, todo se paralizó con la llegada de la pandemia y el estado de alarma, modificando así algunas de las pretensiones del maestro. Entre ellas, la creación de las obras in situ, ya que su finalidad principal no era dibujar, sino conocer de primera mano todos y cada uno de los rincones que alberga la provincia.
Fernando Chaguaceda o el viaje a través de sus acuarelas - Foto: Javier Rodenas Pipo«Cuando ya nos permitieron salir, retomamos la actividad. Pero como en algunos pueblos veíamos que había cierta prevención cuando ibas, y es normal, entonces llegábamos y sencillamente sacábamos unas fotos para luego pintar en casa», confiesa. Ahora que la nueva normalidad ya se ha instaurado en la sociedad, el recorrido continúa con amigables charlas con los vecinos de la provincia y visitas pausadas por los diferentes edificios y recovecos de las poblaciones, guardianes de multitud de historias y curiosidades. Chaguaceda confiesa que «en casi todos los pueblos a los que vas, hablas con alguien, que te cuenta y aprendes. Me emociona mucho llegar y ver cómo esa decrepitud y esa decadencia esconden detrás amor, peleas, riñas... Y está todo ahí metido, como en una urna que se va poco a poco destruyendo».
Esta semana es el turno de Fuentelcarro, que ya cuenta con su propia acuarela plagada de sentimientos y emociones del pintor aficionado. «Me gustan los pueblos, ver cómo están. Hoy por ejemplo me he puesto delante de la antigua casa del maestro y pienso en las cosas que habrán pasado aquí dentro, en los sueños, esperanzas e ilusiones que todavía flotan en el aire». Su inspiración, es la luz y los colores, pero también los relatos que recorren cada una de sus calles.
Actualmente, ya tiene en mente los siguientes 30 lugares que visitará, en los que, como siempre, intentará buscar su lado más especial, el más estético. Estas pinturas pasarán a formar parte de su personal cuaderno de acuarelas que «tiene casi 20 años. Lo elaboré yo mismo tras acudir a un curso de encuadernación que realizó la Diputación Provincial en Almazán. Ahora, he decidido cerrarlo con algunas de estas obras inspiradas en la provincia», según apunta.
Fernando Chaguaceda o el viaje a través de sus acuarelas - Foto: Javier Rodenas Pipoanécdotas. En todos sus viajes aprende algo nuevo, le gusta ojear sus cuadernos de acuarela como si fueran álbumes fotográficos porque reconoce que «cuando veo mis pinturas, me acuerdo de las historias que hay detrás de cada una de ellas». Es el caso de su viaje a Cerbón, pueblo al que llegó por casualidad tras equivocarse en el desvío que pensaba le llevaría al gran dinosaurio de Fuentes de Magaña. «Me confundí en la entrada y di con Cerbón, que tiene una iglesia preciosa con dos ábsides. Me puse a dibujarla y enseguida comenzaron a acercarse sus vecinos. A la gente le gusta interactuar porque ver pintar es algo mágico», apunta.
En las paredes de su casa cuelga una acuarela que le transporta hasta Alpanseque un día hace ya casi 30 años. «Durante mi visita a la localidad, presencié la formación de una tormenta, una nube se enroscó en el aire, dibujando un gran remolino, fue espectacular y cuando llegué a casa, lo tuve que pintar». Momentos inolvidables que Chaguaceda almacena en su memoria y plasma en sus obras, cómo su anécdota en El Espino, localidad en la que rescató a un pequeño jilguero atrapado en un hilo de coser cuando escuchó un pequeño revoloteo mientras se disponía a pintar con sus acuarelas.
TÉCNICA. Hace aproximadamente tres décadas comenzó su afición por la acuarela. Una técnica que le permite terminar sus obras rápidamente con una terminación muy realista que se consigue con paciencia y detenimiento. «Hay acuarelistas que hacen cosas verdaderamente asombrosas, es quizás lo más parecido a una fotografía», recalca. Aunque este aficionado a la pintura no es realmente lo que busca, puesto que plasma la impresión y la emoción que le producen los lugares que visita. «Capto la luz, lo que yo he visto y en muchas ocasiones no me ajusto a los colores reales porque al final es un sentimiento. Por eso, he elegido la acuarela, por su inmediatez».
Realiza un boceto rápido que le puede llevar entre 5 y 10 minutos y sobre él comienza a darle color con sus acuarelas. Destaca uno de sus pinceles por la larga trayectoria y el grosor, aunque como destaca «hace muchos años en Burgos, aprendí de un artista que había viajado a Nueva York que con estos pinceles gruesos, se pueden hacer trazos muy finos». Las obras las concluye en casa con los últimos detalles en tonos oscuros, donde reside realmente la gracia de estas obras, que se pueden encontrar en su cuenta de Instagram o en el blog Acuarela Watercolour.
Este es el día a día de un pintor aficionado que confiesa no tener que viajar hasta Katmandú para encontrar la paz, puesto que la ha descubierto aquí al lado, concretamente en cada uno de los pequeños rincones de la rica geografía de Soria.