El reto del rendimiento para el futuro del agro

Vidal Maté
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Las mejoras genéticas no transgénicas constituyen una respuesta de garantía de la I+D en semillas para enfrentarse a sequías y diferentes plagas

El reto del rendimiento para el futuro del agro - Foto: Javier Pozo

El sector agrario se enfrenta en los próximos años al reto de proporcionar alimentos en calidad y volumen al conjunto de una sociedad en crecimiento permanente, así como a importantes pueblos y países donde, por diferentes circunstancias -sequías, guerras-, sus habitantes no tienen acceso a una oferta mínima de subsistencia.

Desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), así como desde otras entidades estatales o privadas -como la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE) en el caso de España-, se coincide en señalar la necesidad de dar una respuesta a ese nuevo escenario que pasaría, fundamentalmente, además de por una mejora redistributiva de los rendimientos de los cultivos, por un aumento de los mismos mediante un uso más racional de la tierra, una mayor protección de los suelos y una optimización del empleo del agua para apoyar la sostenibilidad a futuro de la actividad. En el planeta no sobra tierra ni agua. Y lo que es necesario para el conjunto de la actividad agrícola en el mundo se puede trasladar a la situación en España en el marco de las políticas generadas en la Unión Europea.

Desde la perspectiva de la demanda, el mundo se enfrenta al crecimiento permanente de la población, especialmente en los países menos desarrollados y con los menores recursos. Hoy en día se contempla la previsión de pasar en las dos próximas décadas de los 8.000 a los 10.000 millones de personas.

Junto a este crecimiento de la población, un dato a tener en cuenta es el comportamiento y la situación de los suelos para usos agrícolas. La tierra es la que es, algo más de 5.000 millones de hectáreas, de las que un 38% se destinan al desarrollo de diferentes producciones (cultivos y pastos). Producciones que han de encarar problemas como los efectos del cambio climático, la mayor frecuencia y dureza de las sequías e inundaciones, el deterioro de los suelos por prácticas de laboreo no sostenibles, la disminución de los recursos hídricos… todo lo cual afecta, en definitiva, a los rendimientos finales de los cultivos. A esta situación, en el caso de la Unión Europea y obviamente también en el de España, se suman las diferentes medidas de carácter medioambiental, como los abandonos, la reducción en el uso de productos fitosanitarios en un 50% o del 20% en el caso de los abonos, que se estima que se traducirían en una merma de los rendimientos agrícolas de entre un 5% y un 15%, además de provocar un aumento de los costes de producción.

Frente a este escenario, el sector se enfrenta a la necesidad de poner en práctica una nueva revolución agrícola con el objetivo de mantener y aumentar los niveles de producción a pesar de los efectos del cambio climático -sequías, disminución de la cantidad de agua disponible, temperaturas inusualmente altas- o las exigencias y las nuevas limitaciones derivadas de la actual Política Agraria Común.

La edición.

En España, la respuesta a esta situación es la que se trata de dar desde ANOVE, que agrupa a unas sesenta empresas, casi en su totalidad de iniciativa privada, a las que se suman varios centros públicos. En conjunto aglutinan una facturación de unos 1.000 millones de euros, de los que se reinvierten en investigación e innovación entre un 15% y un 20%. Desde la patronal se estima que las investigaciones para conseguir una variedad se sitúan en un coste medio de 1,5 millones de euros y que el periodo de trabajo ha pasado de una media de 10 años a solamente unos cuatro. En la misma línea se apunta que en las últimas décadas se ha incrementado en un 60% el ritmo de las inversiones destinadas a la edición genética (mejora) de las semillas para poder hacerlas adaptables a los efectos de la sequía y otros fenómenos climáticos o contra diferentes tipos de enfermedades y plagas de las plantas.

Se estima que los efectos del cambio climático se traducirán en una reducción de los rendimientos de entre un 3% y un 12% hasta 2050 y que esa cifra llegará hasta un 25% para finales de siglo. Actualmente, la realidad es que los efectos negativos del cambio climático hasta la fecha se han visto parcialmente limitados por la entrada en los mercados de nuevas variedades preparadas para sortear sequías y otros cambios bruscos de la condiciones climáticas y ofrecer una mayor garantía al agricultor sobre el resultado de sus cosechas, aunque aumente el coste de las mismas.

En este contexto se hallan en los últimos años diferentes nuevas variedades que han aterrizado en los mercados. Cebada con una mayor tolerancia a la sequía y a diferentes plagas; trigos resistentes a la sequía y al oidio con un mayor número de granos por espiga para mejorar rendimientos; tomates o pimientos inmunes a los hongos; girasol contra la sequía y además mejorando los resultados en rendimiento de aceite; soja contra la sequía; lentejas en los secanos o garbanzos contra temperaturas elevadas…

Por parte de la patronal ANOVE se recalca que estas prácticas de innovación se basan en la modificación o adaptación de genes de una misma variedad para lograr los objetivos previstos, lo cual no tiene nada que ver con las prácticas transgénicas por las que se introducen genes ajenos a esa variedad. El objetivo de todo ese proceso es lograr variedades para producir más con menos recursos.

Entre los años 2000 y 2020 se habría conseguido un incremento de los rendimientos de un 50%, un 25% por la mejora y la adaptación de las variedades vegetales y la otra mitad por las mejoras en el laboreo. Para el periodo de 2020 a 2050, las expectativas apuntan al incremento de los rendimientos hasta en un 60%, un 20% gracias al laboreo y el 40% restante por la mejora genética. Se estima que sin esa edición genética los incrementos de los rendimientos solo serían del 26%.

Los efectos de la aplicación de las nuevas técnicas genómicas se reflejarían en una mayor garantía para los agricultores a la hora de asegurar sus cosechas. Personalmente, uno tiene grabada la cara de sorpresa en positivo de un agricultor de mi pueblo en plena castellana al ver un campo de girasol sin haber recibido apenas agua en todo su desarrollo.

Para facilitar el uso de estas nuevas técnicas genéticas con resultados de mayores rendimientos y, sobre todo, de su resistencia frente a sequías, plagas y otros factores negativos para su crecimiento, desde las empresas obtentoras se reclama la eliminación de barreras legales que frenan su crecimiento, la reducción de la burocracia para sacar novedades al mercado y un mayor apoyo público a las inversiones para la innovación y desarrollo, así como una mayor información a los consumidores sobre las mejoras ejecutadas por el sector y su diferenciación de las técnicas transgénicas.

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