La pandemia ha roto algunos esquemas y cambiado algunas tendencias sociales. Ahora, parte de la población que habita en las grandes urbes se replantee la vida en esos espacios masificados y busca modelos de vida socialmente más sostenibles, más saludables, más humanos... Vivir en un pueblo ya no es una opción remota y los alcaldes de varios pueblos de Soria ya han comenzado a apreciar el efecto COVID. Almarza, Villar del Río, el campo de Gómara, la zona de la Ribera, algunos pueblos del Valle o la zona Sur de la provincia reciben a diario llamadas de gente interesándose por la vida rural. Sin embargo, según reconocen los alcaldes, en muchas ocasiones se topan con dos frenos a la deseada repoblación:la falta de vivienda disponible y los problemas de conexión a internet, lo que dificulta la opción del teletrabajo. Es el eterno problema, y desde hace años las instituciones buscan soluciones para garantizar que todo el medio rural soriano tiene opciones de conectarse a la era digital.
La Agenda Digital para Europa de la UE planteó 2020 como el año en el que todos los europeos debían tener una conexión a Internet de calidad (conexión de banda ancha, 30 megas por segundo o superior) disponible para contratar en sus hogares y puestos de trabajo. Sin embargo, el objetivo está lejos de conseguirse, y menos aún en provincias como Soria donde la brecha digital sigue siendo demasiado grande.
SOLO EL 54% TIENE FIBRA. Según datos oficiales, el 18% de la población soriana vive en zonas sin conexión de banda ancha disponible, frente al 6% de media nacional. Y solo el 54,8% dispone de fibra óptica.
Hay que tener en cuenta además que estos porcentajes se refieren a población y no a territorio. Las intervenciones de los operadores se han centrado hasta ahora en los núcleos más poblados, donde se concentra ese 82%, de modo que el 18% que carece de una conexión a Internet de calidad se localiza en muchos pequeños núcleos de población, lo que explica que el grueso del medio rural soriano es hoy lo que se denomina «zonas blancas NGA». Son «aquellas que no disponen de cobertura de redes de banda ancha de nueva generación, ni previsiones para su dotación por algún operador en el plazo de tres años, en base a planes de inversión creíbles», explica la página oficial del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital (Avance Digital).
En Soria, hay 638 zonas blancas, sin cobertura de redes de banda ancha de nueva generación y sin previsión de resolución a corto plazo. En Castilla y León se superan las 5.000. Estas zonas se localizan en su mayoría en núcleos de población pequeños de la provincia, pedanías, barrios de localidades mayores. No obstante, hay también localidades como Ólvega, Ágreda o la propia capital donde algunas zonas adolecen de una precaria conectividad. Estas zonas blancas, cabe advertir, no se corresponden con municipios ni con núcleos de población. Son entidades singulares de población (ESP), la modalidad más pequeña en la que se divide el territorio. Eso explica que un mismo municipio puede tener varias ESP y, por tanto, varias zonas blancas. Aunque desde hace ya años hay numerosas ayudas públicas para incentivar el despliegue de redes y cumplir lo que establece la Ley General de Telecomunicaciones (todos los usuarios tienen derecho a una conexión a la red pública que les permita realizar comunicaciones de voz y datos, a velocidad suficiente para acceder de forma funcional a Internet), lo cierto es que el proceso es lento, sobre todo en poblaciones como Soria que no son atractivas para las operadoras. La mediación y ayuda institucional resulta clave para garantizar el servicio.