Entenderán, queridos lectores, que cada vez que se anuncia en la provincia de Soria la creación de un nuevo polígono industrial para el que, naturalmente, se prevé un futuro esperanzador con el asentamiento de empresas y la consiguiente creación de puestos de trabajo, los veteranos del periodismo nos miremos de reojo y, sin ánimo de desalentar a nadie, comentemos por lo bajini las dudas que nos asaltan con los anuncios triunfalistas, sobre todo si provienen de la clase política.
Es el caso del último proyecto en Soria, hace tres días, del presidente de la Junta Fernández Mañueco que escenificó en Langa de Duero el apoyo de su gobierno, con nueve millones de euros, al polígono denominado Vega de Alcozar. La expectativa de que se van a asentar al menos dos empresas de cierta enjundia y la creación de entre 50 y 100 empleos nos hace salivar de satisfacción. Más tratándose de una localidad que necesita el asentamiento de nuevos pobladores como el agua de mayo.
El alcalde y el presidente aprietan sus manos para la consabida foto que rubrica el ánimo de colaborar. Todo parece que está decidido y resuelto para que en pocos años ese impulso económico se deje notar. ¿Por qué, se preguntarán ustedes, ese recelo del autor de estas líneas? Es simple el asunto. Un repaso a vuelapluma del suelo industrial disponible en Soria es la respuesta. Podríamos empezar por Valcorba en la capital, seguir por Golmayo, Almazán, Navaleno, Navalcaballo… y sin olvidar el tan traído y llevado PEMA, Parque Empresarial del Medio Ambiente que, por más que se empeñen, no ha salido aún de la fase de compromisos empresariales para ocupar su extenso espacio. Ah, y aún queda sitio en Ólvega, Ágreda y en el Burgo de Osma.
No dispararé dardos dialécticos contra la iniciativa de Langa de Duero ni al apoyo de la Junta de Castilla y León. No es ese el objetivo de estas líneas. Sólo pretendo que, antes de llamar al cura para que ordene al sacristán que eche las campanas de la parroquia al vuelo, miren al pasado para tener en cuenta que la frustración por proyectos similares que no han cuajado o están a medias, puede dar otro mazazo al menguado optimismo de los sorianos.
En la misma visita Fernández Mañueco presentó, in situ, los resultados de la necesaria y magnífica restauración de varios elementos arquitectónicos de la concatedral de San Pedro incluido, como no, el claustro románico. Buena noticia en la que sólo sobró la proclama católica del presidente, que no viene a cuento en un país aconfesional, ni el prescindible agradecimiento al obispado por asumir los costes de la redacción proyecto. Sólo faltaba. Es un edificio de la Iglesia exento de impuestos.