A finales de septiembre visitamos Alcozar. El nombre de la localidad nos recuerda a otros como Alcorisa o Alcora, en fin, a pueblos con nombres árabes. El día amaneció soleado, radiante y agradable. Al entrar en el pueblo, muy cercano a Langa y justo al otro lado del Duero del despoblado de Castril, nos recibió un bien edificado lavadero. Un poco más adelante nos esperaba Mari Carmen Aparicio, que resultó una anfitriona espectacular, capaz de rellenar toda la mañana, desde las nueve, con visitas constantes a los diversos lugares de interés.
Alcozar se encuentra al oeste de Soria, a una hora aproximada en automóvil, se accede al pueblo por la N-122 o la A-11, dependiendo de tramos, hasta encontrar un cruce a la derecha antes de llegar a Langa de Duero. El lugar fue ocupado por Almanzor en 994, en la misma campaña que tomaba San Esteban de Gormaz o Clunia; y fue allí donde un año después fue derrotado el conde de Castilla García Fernández, derrota que le costó la vida. Durante el Antiguo Régimen estaba, parece ser, bajo jurisdicción eclesiástica. En el censo de Floridablanca, de 1787, se contabilizan 458 habitantes. En el siglo XIX, siendo municipio constitucional, como casi todos, alcanzó en 1887 los 600 habitantes de hecho; y ya en 1944, los 617, su máximo histórico. En la segunda mitad del siglo XX, tan catastrófica para las zonas rurales, perdió la categoría de municipio y se integró, a finales de la centuria, con poco más de 30 habitantes, en el municipio de Langa de Duero.
En las calles apenas pudimos ver a alguien, pero el pueblo, con sus casas, muchas de ellas construidas con adobe, apareció, limpio y aseado. Con Mari Carmen subimos hasta la ermita del Vallejo, que recibe su nombre por estar ubicada en un pequeño valle provocado por dos montículos. En uno de esos montículos se halla el torreón con su reloj, hoy eléctrico, que luce iluminado cuando la luz natural se esconde; en el otro, el de Macerón, se asienta alguna antena y desde él se domina todo el territorio.
Mari Carmen fue explicándonos prolijamente todo detalle de interés del pueblo, y no dejó de hacer referencia a Divina Aparicio, una de las almas de la asociación que ha conseguido la recuperación de muchos rincones de la localidad. Buena parte de los asociados viven fuera del pueblo: en Barcelona, Zaragoza, Madrid, Berlanga o San Esteban, como es el caso de la propia Mari Carmen y su hermano. Estos, vecinos de Barcelona, ya jubilados, buscan la mejor forma de volver a su tierra.
Visitamos la ermita de Nuestra Señora del Vallejo. Da pena. Según Patrimonio de la Junta de Castilla y León, el total de la inversión inicial fue de 298.668,47 euros, a lo que hay que sumar otros 52.000 euros para la consolidación de las ruinas y enterrar los restos óseos aparecidos durante la intervención. A pesar de estas intervenciones, aquello se cae. La antigua parroquial de San Esteban Protomártir se deshace como un azucarillo. La Asociación de Alcozar ha logrado incluir la ermita en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra, pues el muro oriental de la sacristía ha sufrido un derrumbe, y lo que estuvo oculto (galería porticada y sacristía) y ahora a la intemperie sufre un deterioro palpable.
Desde el interior del cementerio se puede ver lo que queda del ábside, posteado, pero herido de muerte por dos grandes grietas en sentido vertical. La cornisa de nacela decorada con bolas es sostenida por buenos canecillos. En el centro, la ventana absidal conserva el arco y sus cimacios, con dos capiteles irreconocibles, habiendo desaparecido sus columnas. En los cimacios podemos ver una tosca inscripción de difícil transcripción, en la creemos leer en el ubicado en el sur, ST PHANUM; mientras que en el del norte, PETRO DONO. En el centro del desordenado camposanto se halla la cruz de todas las ánimas, una cruz de madera vieja rodeada de flores, la cruz de menor valor material del cementerio, pero la más engalanada.
Quizás fue alrededor de 1965 cuando se abandonó la romería que el 3 de mayo, subía a la Virgen del Vallejo, momento que se aprovechaba para la bendición de campos. Subía desde su emplazamiento en la iglesia de San Esteban Protomártir hasta su ermita del Vallejo, en la que permanecería hasta el 12 de octubre, momento en el que volvía a la parroquia para pasar allí el invierno. La emigración provocó que se abandonara esta tradición. Desde entonces, la falta de mantenimiento de la iglesia de arriba fue crucial para llegar a la situación presente.
En 1985 Teógenes Ortego visitó el lugar y escribió para la Revista Celtiberia el artículo: Alcozar, la iglesia de San Esteban ruina histórico-artística de la Villa en el que describe la iglesia y su galería porticada, ya tapiada, sus pinturas murales, levantando una planta y advirtiendo del deterioro experimentado por la antigua parroquial desde su anterior visita, denunciando las condiciones en que se encontraba el inmueble, sin embargo, el pueblo no reaccionó.
La intervención del Proyecto Soria Románica dio luz a los restos de la antigua parroquial. Gracias a ellos sabemos bastante más de este puzle en que se ha convertido el inmueble románico. Se trataba de la parroquial de San Esteban Protomártir que lo fue hasta 1812 en que la advocación se intercambió con la ermita de abajo. La parroquia románica contó con una nave cubierta con techumbre de madera y una cabecera con presbiterio recto, cubierta con bóveda de cañón y un ábside semicircular cubierto con bóveda de horno. A los pies de la nave se levantó un bajo coro con bóveda de cañón en buena sillería, del que se conserva el riñón norte. En el costado norte, se adosó la escalera que daba acceso al campanario. Teógenes Ortego escribió que se trataba de un mausoleo que estaba protegido por una verja.
Adosado al muro norte y al occidental se levantó una galería porticada en 'L', que se tapió a partir de 1598 cuando la galería se integró en una nueva nave. Gracias a las últimas intervenciones podemos ver alguna evidencia de la galería occidental en la base de lo que fue la espadaña. En esta gran reforma se derribó el muro norte y se levantaron dos grandes arcos formeros, desapareciendo la portada románica y abriéndose una nueva, más acorde con los gustos de la época, y perdiéndose varios arcos de la galería. De la portada románica se reutilizó el arco de ingreso y las jambas en la vieja casa rectoral, sita en la plaza García Fernández, desapareciendo el resto. Cuando la vivienda se arruinó, el pueblo se movilizó e impidió su salida hacia San Esteban de Gormaz, y en 2005 se volvió a remontar. Así nos lo explicó Antonio, el amable alcalde. Los restos de esta portada, a la que le faltan las arquivoltas, entroncan con las iglesias cercanas de la Virgen de las Lagunas, Bocigas de Perales, Rejas de San Esteban e, incluso, las iglesias de San Esteban de Gormaz.
Al exterior se ven los restos de las chambranas de la galería y un gran canecillo que representa una cabeza humana de rasgos 'negroides', así como la salida de agua sucia del aguamanil de la sacristía. Al retirar el alfarje de la sacristía, aparecieron varios canecillos entre los que podemos destacar el que representa una escena de lucha o de danza, y el que, casi oculto por el muro de la sacristía, representa un tañedor de albogue, tocado con larga túnica, ceñida con cinturón y decorada con lunares.
En ese mismo cerro Macerón que sostiene a la ermita y en de la Torre del Reloj, están excavadas las bodegas y las lagaretas. En la falda del cerro nos encontramos con el lagar comunal en el que se pesaba y prensaba la uva, y, posteriormente, se trasladaba el mosto a las bodegas. Desde estos montículos se puede contemplar un paisaje precioso, con una hondonada en la que se aprecian las tierras de labor, salpicadas por alguna viña y unas laderas revestidas de zona boscosa. Alcanza la vista hasta el Duero y hacia esa zona de regadío comunal, que llaman 'la vega', zona que los vecinos de Alcozar temen perder en favor de Langa, municipio al que pertenecen.
Cuando bajamos hasta el pueblo perdemos las cobertura del móvil. Parece ser, a pesar del aburrido y machacón mensaje de los políticos, que solo llega a los que no las necesitan: los muertos del cementerio.
Mari Carmen nos enseñó las escuelas, un edificio de tres plantas, en la antigua Casa de Villa, con un museo que recrea una casa rural antigua y una escuela de los años sesenta. El inmueble fue casa del secretario, del maestro y de la maestra, también secretaría. También tenía el pueblo una casa del médico y del cura.
En la plaza porticada y desigual, pues hay zonas nuevas y otras muy viejas, destaca el frontón y el 'Fuerte' edificio comunal, sin que sepamos su verdadera función.
Visitamos también otros lugares como el lagar comunal, un lugar ideal para que nuestros jóvenes aprendieran las formas en que se elaboraba antiguamente el vino; la herrería y el museo textil en el lavadero, donde se puede hacer un recorrido por el utillaje y herramientas textiles y agrícolas. Todo estupendamente montado. Pero nos preguntamos: y si no llega a estar Mari Carmen, ¿cómo vemos todo? La Diputación Provincial, si es provincial, ¿no debería ser consciente de esto y además de mantenerlo, hacer lo posible por enseñarlo? ¿No es posible diseñar una serie de rutas turísticas que, saliendo de la capital, como se hace en otras provincias, recorra diferentes pueblos de interés y que no sean a los que todo el mundo va, recuperando así bienes de interés y dinamizando esos pueblos y su economía?
Mientras escribimos estas líneas, la antigua iglesia parroquial, sufre las inclemencias del tiempo: el posteado, las pinturas murales, las decoraciones escultóricas y demás restos que yacen a la intemperie se van integrando en el valle. La Asociación Alcozar y el alcalde luchan por que esta ermita se proteja con una nueva techumbre y se lamentan de haber cedido el inmueble a la Diócesis de Osma-Soria.