Tanto que se pidió el día libre en el trabajo. Su mejor amigo de infancia y juventud, al terminar la carrera, se marchó a trabajar fuera de Soria. Entre unas cosas y otras, a veces pasa que uno va dejando las cosas, no volvió. Ni un fin de semana, ni un puente. Ni en San Juan. Sí mantenían el contacto, pero de manera puntual, algo muy alejado de lo que cómo era el día a día juntos. Pero, al fin, todo volvería a ser como antes, los dos buenos amigos, hombro con hombro, durante unos días, paseando por las calles de su ciudad. Con el estómago encogido, ganó al despertador, saltó de la cama, apuró el afeitado y, con un café mal bebido, arrancó el coche dirección al aeropuerto. Al aeropuerto internacional de Soria, sí. A recoger a su amigo, que llegaba a media mañana. «Quién me hubiera dicho que volvería a casa en avión», reconoció el invitado. A la salida del aeropuerto, ya costumbre, se formó un gran atasco. «Tenemos el título de ciudad con más rotondas de Europa, todo un honor», explicó el anfitrión. Continuaron su travesía hasta el vigésimo cuarto mejor hotel de Soria, pues el resto estaban llenos. Era un fin de semana complicado en la ciudad, había carreras. «La gente veía balizas rojas y blancas en cada esquina. Algunos se empezaron a obsesionar, incluso. Pero nada era lo que parecía. No eran obras, ¡era el nuevo circuito de Fórmula 1 de Soria! Que claro. Dónde mejor que aquí, ¿verdad? Qué lo iban a construir, ¿en Madrid? Me río de esas ocurrencias». El recién aterrizado se sentía un completo turista en su Soria natal. La ciudad estaba irreconocible. Todo lo que veía a través de la ventanilla del coche le parecía de ciencia ficción. «Mira», le sacó de sus pensamientos su anfitrión amigo. «¿Ves esa cola de ahí? Es para entrar al Museo Interplanetario. Desde que la Agencia Espacial trajo una de sus sedes a Soria es un éxito morrocotudo. Hay que sacar la entrada con meses de antelación. Eso sí, da gusto comprarlas, eh. Aquí, la cobertura, la fibra óptica y las webs de las instituciones van como un tiro. ¡O como un cohete!», rió su propia ocurrencia.
El recién llegado no era capaz de articular palabra. No entendía qué había ocurrido. Según avanzaba el coche, su cabeza se llenaba de nuevos datos: «Que si la cubierta retráctil de Los Pajaritos para los partidos de Champions, que si el mejor restaurante estaba reservado para los asistentes a la reunión de la OTAN en el Palacio de Congresos, que si la fuente de oro macizo de la plaza mayor, que si los seis hospitales eran referentes en España, que si las 45 nuevas guarderías ya estaban completas para varios cursos, que si el alquiler estaba tirado de precio por la enorme oferta de pisos. «Pe…pero ¿y todo esto?», preguntó el desconcertado forastero. «¡Cómo que todo esto! ¿Pero tú? ¿Dónde te has metido? ¿En Cataluña no tenéis periódicos o qué? ¡Esto es por la Fiscalidad Diferenciada!».