La filtración a los medios, y en concreto a todas las televisiones, de la declaración de Elisa Mouliaá, acusando a Iñigo Errejon por abusos sexuales, ha abierto el camino a la impunidad. Qué mujer se va a atrever, a partir de ahora, a pasar por la vergüenza del denigrante interrogatorio del juez, de contar que estaba ebria, de describir la humillación de los sobamientos, si ya sabe que, siendo el acosador un hombre público, su imagen, de pie en el juzgado, va a ser de dominio público.
Todas las mujeres que en las redes sociales relataron escenas semejantes con el político de Sumar nunca dieron su nombre. Seguramente intuían las consecuencias de un gesto de valor que, sin embargo, protegería a futuras víctimas de los depredadores sexuales.
Frente a las dudas e imprecisiones de Elisa Mouliaá en el perturbador vídeo, que nunca debería haber salido del tribunal, se comprueba la soltura del político, acostumbrado a hablar en público y a desmentir todo lo que haga falta sin pestañear. Incluso se mostró convencido de que la joven estaba deseando acostarse con el.
A la vista de lo sucedido en el interrogatorio y a la espera de más pruebas y la sentencia final, cabe preguntarse qué debe aportar una joven que se siente agredida cuando el juez considera (y así lo reflejan las agresivas preguntas) que no se resistió lo suficiente. "¿No sería que usted sí quería algo?", le llegó a decir. El ex portavoz de SUMAR debía estar muy acostumbrado a que las mujeres cediesen a sus exigencias por lo que, según sus palabras, no se le pasó por la cabeza que sus tocamientos no encantaran a la chica. Aún así, en esa bipolaridad que le llevaba a no distinguir el personaje público del privado, según relató en su despedida exculpatoria, no se le cayó la cara de vergüenza al defender ante el juez que la víctima "sólo busca ganar dinero" con su denuncia.
No parece que la ley de "solo sí es sí", impulsada por sus antiguos compañeros de Podemos, haya calado lo más mínimo en su concepto de qué es una relación consentida y de iguales. Pero, eso sí, él iba a las manifestaciones feministas para defender el derecho de las mujeres a no ser violadas. Ahora bien, él podía frotarse con quien le diera la gana. Inaceptable que las imágenes denigrantes se hallan filtrado, inaceptable que un representante político se crea con derecho de pernada e inaceptable que un juez amedrente a la víctima.