Ha inaugurado el año del franquismo con la esperada parafernalia de entusiastas seguidores dispuestos a aplaudir hasta dejarse el alma para expresar su adhesión incondicional al estadista de tan genial idea. No eligieron bien a los guionistas. En su afán por presentar al sanchismo como el inventor de todas las libertades contraponiéndolas a la dictadura -como si tras la muerte de Franco nadie hasta el 2018 se hubiera ocupado de recuperar esas libertades- , se ocuparon poco del rigor. Lo que busca Sánchez es resucitar las dos Españas y tratar de confrontarlas de nuevo.
En su discurso, tan aplaudido por un público entregado a la causa, o Sánchez alertó sobre el auge que vive actualmente la ultraderecha y advirtió que "la dictadura puede volver", añadiendo que hay que defender la democracia "con valentía". Excelente mensaje. El problema es que no está claro que el presidente de gobierno español esté defendiendo la democracia con valentía.
El viernes, Maduro pretende renovar solemnemente su cargo de presidente, y a estas aturas no se sabe quién va a representar a España en ese acto. Un acto convertido en farsa, en una absoluta falta de respeto a la democracia.
Maduro no ganó las elecciones y se niega a reconocer el triunfo de Edmundo González, al que puso puente de plata para que se marchara a España y, antes de salir, le hizo firmar en la embajada española su compromiso de exilio garantizando a cambio la seguridad de la familia que se quedaba en Venezuela. Que es lo mismo que amenazar con que si no se iba peligraba la vida de sus familiares.
González pretende ejercer su derecho a tomar posesión de la presidencia, y para impedirlo Maduro ha bloqueado las fronteras y ha advertido que quienes le acompañan serán considerados invasores extranjeros y se actuará en consecuencia. No contento, enmascarados han secuestrado al yerno de González Urrutia cuando llevaba a sus hilos al colegio, las fuerzas de seguridad rodean la vivienda de la madre de Corina Machado, y se han producido nuevas redadas para detener y hacer "desaparecer" a destacados dirigentes de la oposición.
Sánchez no puede lanzar soflamas en defensa de la democracia si no es capaz de pronunciar la palabra dictadura para definir al gobierno de Maduro; tampoco puede pedir a ninguna autoridad, incluido el embajador, que acuda a esa pantomima de toma de posesión de un presidente que no ha ganado las elecciones y persigue a quien las ganó. Un presidente que tiene sus cárceles llenas de presos políticos a los que tortura sin piedad, un político profundamente corrupto vinculado incluso con el narcotráfico; un dirigente al que asesora Zapatero, a su vez consejero áulico de Sánchez. Por no mencionar que envió a Barajas al más leal de sus ministros para que hiciera los honores a una Delcy Rodríguez que tenía prohibida la entrada en la UE y que se mueve en los círculos más oscuros de la dictadura chavista.
Sánchez no puede hacer un alegato público contra las dictaduras y pedir valentía para defender la democracia cuando muestra tanta tibieza ante un dictador de libro.