Yo creo que seguimos siendo muchos, incluso una amplia mayoría, los que cada año por estas fechas recordamos que la Constitución de 1978 ha cumplido un año más y que nuestro país hizo un buen negocio aprobándola y poniéndola en vigor en la forma en que se hizo. Cuarenta y seis años son los que han transcurrido. Y, personalmente, siento casi un deber moral el hecho de proclamarlo.
Consciente soy, no obstante, de algunas circunstancias. La primera, que todos los ciudadanos que tienen menos de cuarenta y seis años han desarrollado toda su vida en esta etapa constitucional; también hay una buena parte que no pudieron votarla porque no habían alcanzado entonces la edad necesaria. Comprendo perfectamente que para muchos de ellos la percepción del hecho constitucional no sea la misma que tenemos quienes vivimos directamente aquellos momentos. Como comprendo que vean en su contenido deficiencias que no se percibían cuando se aprobó.
Es, pues, absolutamente razonable pensar que nuestra Constitución necesita reformas, quizá no tanto para suprimir o modificar lo que dice, aunque también habrá casos, sino más bien para añadir nuevas referencias a asuntos que no están contemplados. Ni estábamos en Europa, ni existía la informática, ni eran exigibles derechos sociales que hoy lo son, ni se había producido un fenómeno migratorio y pluricultural como el que hoy conocemos, ni muchas otras cosas. Debemos admitir eso como normal, y ojalá pudiera alcanzarse un grado de consenso para actualizarla idéntico o similar al que se alcanzó para aprobarla.
Mientras tanto, podemos poner en valor lo que ha significado, sin ningún complejo. Fue acordada en un momento y en unas circunstancias que muy probablemente no hubieran permitido otro método distinto que no fuera un amplio consenso con acuerdos y renuncias de unos y de otros. Su vigencia, ya prolongada, ha facilitado la paz social y la convivencia, la alternancia democrática, el pluralismo y el desarrollo, con muchas más luces que sombras. Claro que hay deficiencias que corregir y nuevas aspiraciones que satisfacer, pero no veo ningún inconveniente para sentirnos orgullosos y para desear muchos más años de vigencia.