Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Ganadores todos, perdedores todos

30/01/2025

El acuerdo alcanzado entre el Gobierno y Junts para aprobar en el Congreso el decreto semiómnibus con todos los predicamentos del escudo social, ayudas a damnificados de catástrofes naturales, subvención del transporte e incremento de las pensiones, entre otros asuntos, da la idea de quienes son los ganadores de ese pacto, un gran número de ciudadanos que habían visto como el desacuerdo con la iniciativa del Gobierno de los tres partidos de la derecha estaban a punto de convertirlos en perdedores. En el orden político, tanto el Gobierno como Junts se sienten vencedores de unas negociaciones en la que las dos partes se han visto obligadas a ceder. Pero ceder en política para transaccionar, lejos de ser visto como una actitud loable, es sinónimo de perder.

Cuantitativamente, el Gobierno puede considerarse como más beneficiado por el acuerdo alcanzado porque es a quien corresponde dar solución a los problemas ciudadanos y lo ha conseguido, y de paso deja pensando al PP -Vox no tiene necesidad de pensar- en cuál va a ser su posición en el momento de votar la parte del decreto ómnibus troceada. Cualitativamente, la imagen que se ha trasladado es -no por sabida- la de la debilidad del Gobierno y su dependencia del dirigente de Junts, Carles Puigddemont y de sus siete escaños. Lo que no oculta que el exigente prófugo de Waterloo también depende de que Pedro Sánchez sea capaz de aguantar en La Moncloa porque unas nuevas elecciones acabarían con su poder político en España, el único que le queda, aunque afirmen que no temen una convocatoria electoral.  

El Gobierno gana, además, una nueva oportunidad para tratar de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, aunque esa chance dependerá de los cumplimientos de los acuerdos previos, una cuestión nada fácil y que volverán a ser utilizados como mecanismo de presión.  Las ganancias de Junts son más simbólicas que reales, haber tenido secuestrado al Gobierno en La Moncloa durante varias horas, lograr que se trocee el decreto ómnibus, aun a costa de dejar fuera un gran número de iniciativas que beneficiaban a empresas, emprendedores y territorios, y haber demostrado que del problema de la vivienda le interesa la protección de los propietarios, aunque sus beneficios les alcancen si aceptan las condiciones impuestas por la ley de vivienda. Pero, sobre todo, que Sánchez haya aceptado que el Congreso debata si debe someterse a una cuestión de confianza, algo a lo que se oponía, pero que no va a tener otra repercusión de lo que ya se sabe, retratar la inmensa debilidad parlamentaria del Gobierno, porque la moción de confianza no se va a votar. Y a Junts tampoco le interesa.

El acuerdo entre el Gobierno y Junts  no oculta que de alguna forma todos los ciudadanos son los perdedores de una forma de hacer política que se mueve entre el empecinamiento de quien se cree poderoso y el chantaje de quienes utilizan su debilidad imprescindible. Un choque que se ha repetido ya en muchas ocasiones y que va a seguir siendo norma de conducta a pesar de que todos afirman haber entendido el mensaje. Un "ruido de la democracia" del que habría que bajar el diapasón, porque su carácter en ocasiones "atronador", en palabras de Felipe VI, evita que se perciba con nitidez otras cuestiones y resultados positivos relacionados con la economía y el empleo.