En un momento de crisis de vocaciones religiosas, la comunidad del Camino Neocatecumenal crece sin cortapisas. Cada vez existen más seminarios de ‘kikos’, como se les conoce a aquellos que pertenecen a esta comunidad católica fundada por Kiko Argüello en colaboración con la olvegueña Carmen Hernández. Apenas se cumplen cuatro años de su fallecimiento, pero el poso que Hernández dejó en la comarca del Moncayo data de muchos antes, cuando en los años sesenta del pasado siglo se gestó esta corriente religiosa que hoy cuenta con casi dos millones de seguidores repartidos por todo el mundo.
En Ágreda, hay una comunidad neocatecumenal de unas cuarenta personas, aunque ahora han tenido que adaptarse a las medidas sanitarias para celebrar sus encuentros y liturgias. «Este tiempo es más difícil porque no podemos reunirnos en los salones, nos reunimos en la iglesia y es distinto totalmente, pero bueno ya es bastante que nos podamos reunir», explica Jesús Ángel Campos, el responsable de la comunidad agredeña, que ha recurrido también a la tecnología en este tiempo de pandemia para hacer celebraciones online. Las rutinas litúrgicas tienen su momento en Ágreda los miércoles, con la celebración de la Palabra y los sábados, con la Eucaristía.
Además, una de las misioneras del Camino Neocatecumenal de Ágreda está en Japón y es responsable de un equipo de evangelización en Mongolia y Vietnam, y también está encontrando dificultades para realizar su labor por los impedimentos para desplazarse de un país a otro.
PEREGRINAJE. «Se había empezado a peregrinar desde distintos países y de distintas zonas de España haciendo una ruta por donde había vivido Carmen Hernández. La ruta empezaba en Madrid, solían pasar por Tudela, y venían a Ólvega y Ágreda», detalla Campos, quien lamenta que la pandemia ha impedido continuar con estas acogidas. «Ello no quiere decir que no busquemos otras formas», aunque hasta que la situación mejore, todo ha quedado en un impás. Esperan, aun así, que no decaiga el espíritu de peregrinación, que puede servir como reclamo para dar visibilidad a la comarca del Moncayo. «Esto viene en ayuda de todos, para que estos rincones de Soria sean conocidos», argumenta Jesús Ángel Campos.
Hace 42 años, coincidiendo con la Fiesta de la Virgen del Pilar, se iniciaron en Ágreda las catequesis y, desde entonces, la comunidad ha ido evolucionando en un tiempo «donde ha pasado mucha gente. Empezaron dos grupos muy numerosos», destaca Campos, pero que han emigrado a otras ciudades. También, entre los que han seguido viviendo en la Villa de las tres culturas, hay quien «ha seguido caminando y otros no», porque insiste, «lo bueno de esto es que hay una libertad, somos la Iglesia, y la Iglesia es libre», subraya.
El responsable de la comunidad de Ágreda reconocía durante la celebración del 40 aniversario de la misma, hace dos años, que «no siempre es fácil vivir en un pueblo y hace tu experiencia con Dios más interesante y sorprendente». Reconoce Campos que lo difícil de los pueblos es que «te marcan», pero a la par, «te ayuda a vivir tu realidad; no puedes decir que vives de una manera y luego vivir de otra, sería muy hipócrita». Apunta a que este hecho se hace más patente en los jóvenes. «O vives como viven los demás o ya eres el raro, y los jóvenes siempre han sufrido siempre algo más por esto». No obstante, se muestra satisfecho de la semilla que han seguido manteniendo en la localidad y que «ha dado frutos en otros sitios», como Murcia, Zaragoza, Madrid, Valencia... pero también en El Espino y Ólvega. También este año se han dado los primeros pasos para formar una comunidad en Almazán.
Huyendo del calificativo de «movimiento», insiste Campos en que su comunidad no vive al margen de la vida de la Diócesis, porque en la Iglesia «hay muchos carismas» y concluye: «somos una realidad».