Cada 23 de abril se celebra el Día de Castilla y León, este año que se cumplen 500 años del inicio de la Guerra de las Comunidades mientras se libra otra batalla, pero contra el coronavirus. En la primavera de 1520 estallaba en Toledo la revuelta comunera, precedente de las revoluciones burguesas de finales del siglo XVIII y buena parte del XIX. Poco se habla de ello cinco siglos después, en Castilla y León el acuerdo PP y Ciudadanos ha paralizado el proyecto encabezado por las Cortes regionales para esta efeméride y tampoco se había previsto nada en Castilla La Mancha, aunque habrá que esperar a que pase la crisis del coronavirus para ver si se retoma la intención de conmemorar la Guerra de las Comunidades.
Es un acontecimiento histórico que trae cola, porque desde el Romanticismo se ha intentado manipular el legado comunero. Hoy en día España sigue siendo un problema no resuelto y esta revuelta comunera todavía despierta sentimientos viscerales entre los defensores de la España centralista e imperial y los partidarios de un país más plural y liberal, explica Fernando Martínez, profesor jubilado de la Universidad de Castilla La Mancha y autor de una biografía del toledano Juan Padilla, uno de los impulsores del movimiento comunero junto a Juan Bravo y Francisco Maldonado. A muchos el levantamiento contra el rey Carlos I les recuerda a una protesta nacionalista y hoy hay muchos paralelismos, sobre todo en el procés catalán.
Posiblemente, esta conmemoración caerá en el olvido y no se sabe nada de l convenio firmado la pasada legislatura entre los parlamentos de Castilla y León, Castilla La Mancha y Madrid para organizar actos al respecto. En Castilla y León la fiesta se ha vinculado siempre a la izquierda, aunque en los últimos años la Fundación Villalar, vinculada a las Cortes de Castilla yLeón, le dio un nuevo impulso a la celebración y organizó actos divulgativos en todas las provincias de la comunidad. La fiesta se ha ido institucionalizando, perdiendo esa carga política y reivindicativa. El pacto de Gobierno PP-Ciudadanos ha puesto sobre la mesa de debate la viabilidad de la citada fundación, encargada de organizar los actos conmemorativos de esta efeméride. Aún así, parece que Castilla y León centrará la conmemoración en 2021, coincidiendo con los 500 años de la derrota de Villalar y la ejecución de Padilla, Bravo y Maldonado.
en soria. De Soria en los últimos años han acudido a la campa de Villalar representantes políticos, sobre todo el año pasado en plena campaña electoral, tanto los que reivindican el regionalismo, como PSOE y PP, como otros más de izquierdas y castellanistas.En la capital, la Asociación de Vecinos del Calaverón organiza cada año en Santa Clara un reparto de migas y una actuación, con la colaboración del Ayuntamiento, que también programa una recreación histórica del grupo Oria Dauria sobre el movimiento comunero en Soria, descubriendo a uno de sus principales protagonistas: Bartolomé García Platero.
Este año no podrá ser, pero merece la pena conocer a este personaje histórico de Soria y este episodio de la Guerra de las Comunidades en profundidad. El soriano Máximo Diago Hernando, investigador en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), lo explicó en la revista Celtiberia, concretamente en el artículo que tituló Las ciudades castellanas contra Carlos I: Soria durante la revuelta de las comunidades. Hace 500 años, «cada sociedad política local reaccionaba de un modo diferente ante determinadas circunstancias que afectaban al conjunto del reino [de Castilla], lo que tiene que tenerse en cuenta para explicar la complejidad del movimiento comunero que se inició en 1520».
Había tres tipos de ciudades comprometidas con el movimiento comunero: las comprometidas con la rebelión desde le primer momento fueron Toledo, Madrid, Salamanca, Segovia y Valladolid; las que se comprometieron enviando a representantes a instituciones comuneras pero después evitaron comprometerse en los procesos reivindicativos más radicales fueron Soria, Burgos, Guadalajara y Cuenca; y las que no se implicaron fueron ciudades andaluzas, como Úbeda y Baeza.
Pero en Soria hay que conocer la situación política en las dos primeras décadas del siglo XVI y, sobre todo, la trayectoria de Bartolomé García platero, «el procurador del Común más reivindicativo y que más abiertamente desafió a la autoridad de los regidores en las primeras décadas del siglo XVI, uno de los individuos más comprometidos con la causa comunera en la ciudad», según indica en su artículo Máximo Diago Hernando. Fue, además, uno de los ajusticiados en la represión.
El autor recuerda que la política táctica y de alianzas de aquella época, de nombramientos irregulares también, dificulta a los historiadores interpretar los procesos históricos, pero es cierto que en las décadas previas a la radicalización había ya un conflicto en Soria entre los dirigentes del estamento de pecheros (obligados a pagar impuestos) del Común, que querían más poder político y donde se reclutó a los más firmes partidarios de las comunidades en Soria, y la oligarquía noble de caballeros hidalgos que controlaba el regimiento, que cerró pronto filas a favor del rey.
Tras unos años de tregua entre las dos partes la situación se radicalizó. Bartolomé García platero logró acceder a las reuniones del concejo-regimiento como medida extraordinaria para defender los intereses de la comunidad de pecheros y consiguió ser elegido procurador, siéndolo durante tres ejercicios. Pero no consiguió la reelección en 152 al considerarse «un elemento peligroso» en momentos de tanta inestabilidad e incertidumbre», en el que «se abrían tantas expectativas para la transformación de las relaciones de poder en las ciudades castellanas y en el reino de Castilla en su conjunto». Hubo polémica para la designación de los procuradores de Soria que debían asistir a las Cortes de Castilla convocadas en Santiago de Compostela, que desobedecieron las órdenes del concejo de la ciudad.
En la sociedad soriana había descontento y se llegó a saquear la casa de uno de ellos. La ciudad no se unió a Toledo, pero la vida política siguió alterada hasta que la mecha de la revolución prendió finalmente en los pecheros, no en la oligarquía, que poco después cedió ante las presiones. En agosto de 1520 se decidió la adhesión al movimiento comunero, se cree que por el incendio de Medina del Campo. Eso llevó a cambios en el gobierno local y la elección de procuradores, con una mayor participación de la población en la toma de decisiones políticas. Soria fue una de las ciudades con más procuradores en la junta de Tordesillas (cuatro), de un perfil variado y más radical que el gobierno local.
Pero en octubre se fue apartando del bando comunero, ya que se tendía a apoyar posturas más moderadas, era algo más complejo que imitar lo que hacía Burgos. En Castilla se debatía el modelo de gobierno monárquico y en Soria se espiraba a un mejor reparto del poder. Fue entonces cuando se descubrió que Bartolomé García planeaba un golpe de fuerza en la ciudad, matar a regidores parientes de los procuradores que fueron a Santiago el día de San Miguel. La conjura se descubrió y fue ajusticiado, con sospechas también de un ajuste de cuentas.. Entre los pecheros había conflictos entre los más radicales y los más moderados, mientras la oligarquía se distanció tras el suceso y se rompió con la junta comunera apostando por el rey, ya que no había señores de ganado trashumante con intereses en el poder. La ciudad fue perdonada por Carlos I.