Nicolás Plaza Gómez

Nicolás Plaza Gómez


Posverdad, imagen y crisis colectiva

15/12/2024

Vivimos en una sociedad en la que lo real se caracteriza más por la construcción de sus representaciones que por el propio sentido objetivo de la realidad. Importa más el anuncio que el producto, el discurso que los hechos, la forma que el contenido. Hasta nuestra propia imagen es el producto de los prejuicios hacia los demás, aunque cueste admitirlo. Narrativas e imágenes nos bombardean constantemente construyendo nuestra opinión y lo paradójico es que las personas nos creemos más auténticas que nunca y defendemos obstinadamente nuestras verdades, cuando no son si quiera nuestras. Lo que Baudillard quería decir con hiperrealidad se resume en una frase recurrente hoy en día: «Uno no sabe ya lo que creerse». La opinión pública transita sobre una especie de relativismo narcisista. No te crees nada, excepto lo que crees creer.  En la era de la posverdad, las narrativas emocionales y manipuladoras prevalecen sobre las informaciones verificadas y contrastadas. Las representaciones de la hiperrealidad alimentan las narrativas de la posverdad. Por desgracia, a los mass media también les da de comer la hiperrealidad.  Eskorbuto lo explica de manera muy didactica: «La mentira es la que manda, la que causa sensación, la verdad es aburrida, puta frustración». He de decir que el nombre de la canción, 'Cerebros destruidos', también es bastante fiel a la situación actual. Probablemente la frustración de Iosu Expósito venía precisamente del aburrimiento que le suscitaba su sentido de la realidad. El sensacionalismo que practican una buena proporción de medios es una manera de entretenernos y manipular nuestra percepción de la realidad explotando los sentimientos. 
 En las últimas semanas, la noticia falsa ha sido un tema recurrente y el sensacionalismo ha estado presente en algunos programas. La lucha por el espacio simbólico y la construcción del imaginario social que envuelve a un hecho concreto se disputa en los medios de comunicación. En situaciones de crisis, la sociedad busca chivos expiatorios para descargar la tensión emocional acumulada y necesita crear un relato que mitifica las manifestaciones históricas del suceso. Los medios de comunicación sobredimensionan las causas individuales y la gestión de la crisis por parte de los mediocres políticos, sin embargo, olvidan sus causas sistémicas. Las reacciones colectivas a las catástrofes generan una energía emocional, que hace a la gente actuar de manera solidaria. Sin embargo, también hace que se simplifiquen las explicaciones complejas de lo ocurrido ante la dificultad de establecer un análisis racional. Se habla mucho de qué político tuvo la culpa, poco de que existe una relación entre las zonas más afectadas y las zonas con menor nivel económico, precisamente, por tratarse de zonas inundables. 
Se habla mucho de que «solo el pueblo salva al pueblo».  Sin restarle valor a quienes fueron a Valencia a ayudar, lo cual me parece un acto necesario ante la mala respuesta de las instituciones, además de honorable, altruista y que merece un reconocimiento, personalmente creo que los eslóganes populistas compuestos por significantes vacíos avisan de que hay una motivación política oculta y de que algo me quieren vender. Cuando la ola de solidaridad que aparece en situaciones de emergencia colectiva se calme y lo que queda del estado de bienestar se vaya deslegitimando paulatinamente por la reproducción de estos discursos, la realidad se irá pareciendo más bien a un «sálvese quien pueda».