El otro día una compañera hacía una reflexión en voz alta sobre el 8M. Decía que el feminismo no podía quedarse en el 8M, en las calles, que debía ser transversal, impregnarlo todo y estar presente en cada proyecto de nuestras vidas. El feminismo no es una fiesta, es, entre otras cosas, un modo de vida. Esto último lo añado yo. El feminismo no es una moda, ni una pancarta, ni un lema, ni una cuenta en instagram, ni el adalid del buenrollismo. El feminismo es una lucha, un compromiso, una forma de entender el mundo, un discurso político basado en la igualdad, y la justifica social. El feminismo es un movimiento social y también es política, porque las mujeres somos la mitad de la humanidad y debemos tomar parte de las decisiones y propuestas que se debaten en los parlamentos, en temas que nos afectan directamente. En 2018 el feminismo dejó de estar en la sombra, ocupando un espacio residual, el 8 de marzo de aquel año grandes movilizaciones de mujeres llenaron las calles y las plazas de nuestro país, denunciando las violencias machistas y las desigualdades del sistema patriarcal. Tomábamos el relevo del movimiento #MeToo que había irrumpido con fuerza en Estados Unidos tras las denuncias por acoso sexual de mujeres relevantes del mundo del cine. Este movimiento dio la vuelta al mundo y su ola expansiva contagió a ese 8 de marzo, provocando un tsunami feminista imparable. Ya no había marcha atrás. El feminismo con tres siglos de antigüedad y tres olas o grandes momentos relevantes que marcaron las reivindicaciones y determinantes logros de las mujeres (el derecho al voto, a la educación, al trabajo, entre otros) ha estado borrado de los libros de historia, de las ciencias, de las artes, de la literatura, de la filosofía, las mujeres hemos estado amordazadas, reprimidas, invisibilizadas y reducidas a un pensamiento único, el de los hombres. Si las mujeres somos la mitad de la humanidad, ¿dónde estábamos? ¿Dónde estaban Olympe de Gouges, Flora Tristán, Clara Campoamor, Federica Montseny, Simone de Beauvoir o Virginia Woolf? ¿Qué ocurrió el 8 de marzo de 2018 para que empezáramos a hablar de feminismo sin tapujos? Las redes sociales se convirtieron en un gran foro, donde los mensajes se hacían virales, y las convocatorias, las reivindicaciones, las denuncias, los hashtag. Las chicas jóvenes tomaban las riendas de este activismo digital. Algunas corrientes llaman a este movimiento la cuarta ola.
Lo cierto es que Internet ha promovido medios de comunicación feministas, informaciones alternativas, el intercambio de experiencias y producciones creativas muy potentes. Gracias a la red estamos más y mejor conectadas. Se puede hablar de ciberfeminismo, una corriente muy fuerte, que como señala la experta Nuria Varela, “tiene, como mínimo, tres ramas desarrollándose con eficacia: la creación, la información alternativa y el activismo social”.
Sin embargo, dentro de toda esta vorágine, es importante no perder el norte: “Hay que priorizar los consensos y hacer una alianza feminista”, reconocía hace poco Beatriz Gimeno, directora del Instituto de la Mujer en una entrevista. No puedo estar más de acuerdo, porque las redes sociales lo soportan todo, opiniones y puntos de vista que se hacen virales muchas veces sin ninguna base, con el único fin de contaminar y torpedear al movimiento feminista. El feminismo no se lo merece. No podemos distraernos, es urgente poner fin a la opresión que el patriarcado ejerce sobre las mujeres. El feminismo tiene un arduo trabajo por delante: combatir un patriarcado cada vez más sofisticado, sibilino y peligroso, el que es capaz de dar la vuelta a los derechos humanos.El feminismo no es una fiesta. Nos matan, nos violan y nos agreden por el hecho de ser mujeres, ya han asesinado a 14 mujeres en 2020, y a 1.047 desde 2003. Otras están muertas en vida. El machismo vulnera sistemáticamente los derechos humanos, el feminismo los defiende.
Aquel 8 de marzo de 2018 regalé libros feministas a algunas de mis compañeras de vida. Ese día entregué con dedicatoria el libro de Nuria Varela, Feminismo para principiantes, ilustrado por Antonia Santolaya a una joven de 14 años, porque entre esa amalgama de información viral que las mujeres de su generación dominan debe prevalecer la historia del feminismo, no podemos avanzar sin la estela de las mujeres que lo impulsaron, gracias a su conocimiento, valentía y determinación las mujeres de hoy somos más libres.