Sea inteligente, hágase sanchista. Muestre entusiasmo desbordante por el presidente de gobierno y, si no es capaz de hacerse sanchista, búsquese un amigo que lo sea. Es condición indispensable para mejorar si no está muy a gusto con su trabajo, o quiere medrar.
No tenga complejo de hacerlo, cantidad de españoles que se consideraban socialistas de toda la vida, que defendían principios incuestionables, inamovibles, finalmente han comprendido que estaban obligados a aceptar la defensa de las causas sanchistas para alcanzar sus objetivos. O, versus contrario, para no perder el estatus social y laboral que tenían.
No hay más que ver cómo ha ido -de bien- a quienes abrazaron iniciativas del gobierno que consideraban abominables, a los que renunciaron a la amistad de figuras admirables para no ser considerados enemigos del régimen monclovita, y a quienes hicieron suyas causas que jamás habían asumido antes de que el sanchismo se cruzara en su camino.
Sea inteligente, y no renuncie a ocupar un alto cargo en alguna de las instituciones del Estado, aunque no cuente con los requisitos o experiencia exigida. Hoy personas que tampoco han destacado en lo suyo, presiden instituciones desde las que dan lecciones de ética todos los días, cuando la ética les exigiría no aceptar ciertas componendas que siempre consideraron nocivas para los españoles. Por ejemplo, asociarse con partidos que les parecían abominables o convivir con la mentira de forma sistemática.
No hay día que los españoles con principios no sufran una nueva noticia que choque con su moral. La última, que un Fiscal General del Estado que actúa según las órdenes que lleguen de Moncloa, considera a los jueces como enemigos a abatir, igual que hace Sánchez, y no duda en recurrir a la chulería para recusar a todos los magistrados del Tribunal Supremo que deben decidir si debe continuar en su puesto después de haber tomado decisiones que el TS considera que no respetan la legalidad. Tenemos también medio gobierno que ha preferido defender hasta la extenuación decisiones del presidente que chocan de frente con todo lo que siempre defendieron, y que siguen diciendo que Pedro Sánchez es el principal garante de la democracia en España, cuando nunca ningún dirigente español ha gobernado con mayor incumplimiento de las reglas de la democracia.
Para que se carguen de razón los que piensan que es un buen negocio entrar en el círculo del sanchismo, otro ejemplo reciente. Para asegurarse la influencia decisiva en una mega empresa como Telefónica, donde el gobierno se ha "colado" con un importante porcentaje accionarial, Sánchez ha metido en el Consejo a su amigo Carlos Ocaña, con el que publicó el libro sobre su tesis doctoral, siempre origen de especulaciones sobre quienes fueron los redactores.
El gobernador del Banco de España, en su discurso de despedida en el Congreso -cesa en unos días- se refirió a la caída de la confianza de los españoles en sus instituciones, el gobierno y en los políticos. Más acusada esa caída de confianza que en los países de nuestro entorno. Se comprende. Mandan los sanchistas incondicionales.