Quizá el reciente anuncio de cuatro grandes empresas tecnológicas como son Google, Microsoft, Amazon y Meta de expandir sus centros de datos y operaciones en España no haya tenido la suficiente repercusión social en un país donde la agenda política parece ir por otros derroteros (léase política exterior a propósito de Gaza y Ucrania, amnistía y elecciones europeas). Pero no por ello pierde una pizca de relevancia, porque hablamos de una inversión conjunta de 21.000 millones de euros y de una decidida apuesta por la innovación tecnológica en un país donde no todo es sol y playa para sostener el Producto Interior Bruto (PIB).
Las inversiones anunciadas posicionan a España como el principal hub tecnológico del sur de Europa, lo cual no es una cuestión baladí. Más bien todo lo contrario. Estamos ante un verdadero trampolín para el crecimiento del empleo, del empleo de calidad, y eso debe constituir un motor de arrastre para que no sólo Aragón, Málaga o Madrid se beneficien de esa expansión. Me refiero, en concreto, a un territorio que, por ubicación, seguridad jurídica y oportunidades, ofrece la cuadratura del círculo para este tipo de inversiones: Castilla y León. La Comunidad tiene razones de peso para seguir apostando por atraer inversiones como las mencionadas más arriba. Su ubicación geográfica, próxima a la capital de España, su cercanía a Portugal, su trayectoria industrial y su vocación tecnológica la convierten en una firme candidata para albergar este tipo de industrias innovadoras. Para ello, el dicho de que la unión hace la fuerza se presume como palanca idónea y, por eso, conviene recordar las muchas fortalezas de Castilla y León, aparcando la victimización y los complejos que no conducen más que a la melancolía. Insistir en la relación familiar de Jeff Bezos con la localidad vallisoletana de Villafrechós o rememorar a los orígenes de Amancio Ortega, nacido en la localidad leonesa de Busdongo de Arbas, no deben ser argumentos propios del baúl de los recuerdos. Apelar a esas claves emocionales y de paisanaje no deben ser olvidadas, porque a la postre todos tenemos una patria chica a la que, de algún modo, mimar y regresar.