La joya de la Corona de la Armada se custodia en el Arsenal de Cartagena. Se trata del primer submarino diseñado y fabricado en España, que supone un importante paso adelante en seguridad nacional y un salto abismal a nivel tecnológico.
Este sumergible de 81 metros de eslora es capaz de realizar una gran variedad de misiones, y como apunta el comandante Pedro Márquez de la Calleja, «sus valores añadidos son la discreción, la versatilidad y su capacidad de disuasión».
En este momento, el S-81, bautizado con el nombre del insigne marino Isaac Peral, afronta la recta final de su evaluación antes de estar plenamente operativo en julio.
En las entrañas del S-81 - Foto: Iván Urquizar (E.P.) y marcial guillén (EFE)Una de las últimas pruebas tendrá lugar en mayo, cuando lanzará su primer torpedo con fuego real para hundir un barco en desuso en aguas de Canarias. Además de torpedos y minas, por primera vez en la historia de la Armada, el S-81 será capaz de lanzar misiles, permitiendo el ataque a unidades de superficie desde posiciones alejadas e incluso ataques selectivos sobre objetivos de tierra costeros. Su elevado grado de automatización le permite reducir el número de efectivos necesarios para su manejo, de forma que puede llevar a cabo estos ataques con dos o tres personas en coordinación con la sección de mando y control.
La capacidad de alcance de los torpedos que lleva incorporados es bastante amplia en comparación con otros, pudiendo llegar a una distancia de más de 40 kilómetros.
Este submarino puede sumergirse a más de 300 metros y logra bajar desde cota periscópica (profundidad que le permite sacar el periscopio para observar el exterior) hasta cota profunda en menos de cinco minutos.
En las entrañas del S-81 - Foto: Iván Urquizar (E.P.) y marcial guillén (EFE)Por su aspecto exterior e interior, así como por las novedades tecnológicas y la diversidad de funciones que puede llevar a cabo, el sumergible parece asemejarse más a una nave espacial como las que aparecen en las películas de ciencia ficción como la saga Star Wars.
En lo que respecta a su interior, dado el complejo entresijo de cables y tuberías, cabe preguntarse cómo se desarrolla el día a día de que viajan a bordo del S-81.
La vida en El tubo
Con más de 6.000 cables y 10.000 tuberías, el espacio que queda para sus ocupantes es muy reducido. Los 43 hombres y mujeres que integran la tripulación conviven en un casco resistente de 70 metros en el que comparten camarotes mixtos de seis plazas, dos duchas y tres retretes, y solo el comandante dispone de un camarote individual.
Aunque se ha mejorado la habitabilidad, la vida en El Tubo, nombre con el que familiarmente se refieren a los submarinos en la Armada, está lejos de considerarse cómoda. A la falta de espacio e intimidad hay que añadir la desconexión con el mundo exterior ya que no hay wifi, por lo que el acceso a información, redes sociales o correo electrónico es nulo.
En las entrañas del S-81 - Foto: Iván Urquizar (E.P.) y marcial guillén (EFE)En este duro entorno, en el que no hay espacio para el mí y el yo, el compañerismo, la austeridad y la responsabilidad adquieren un valor añadido. «Reconocer que tienes carencias, ponerte en manos de los demás y pedir ayuda es esencial», señala el comandante Márquez.
Por ello, una de las principales preocupaciones de los mandos, tal y como admite Márquez, es la capacidad de retener al personal, junto a su formación y motivación.
«Lo que marca la diferencia entre una necrológica y una anécdota de café es el adiestramiento». Con esta frase tan gráfica resume Francisco Barrios, profesor de la Escuela de Submarinistas, la importancia vital de la formación. Mediante este adiestramiento se busca que los submarinistas adquieran «memoria muscular», de tal forma que cuando escuchen un ruido o reciban una instrucción sepan actuar de inmediato, porque «ahí abajo no hay segundas oportunidades».
Cuando no están embarcados, el personal se entrena en los simuladores de la Base y la Escuela, donde, por ejemplo, se ensaya cómo hacer frente a las dos peores emergencias que se pueden producir en un submarino: una entrada de agua o un incendio.
Aunque la probabilidad de que ambas ocurran es mínima, teniendo en cuenta que no hay segundas oportunidades, «hay que estar preparados porque cualquier emergencia es crítica», zanja Márquez.