Ikigai es una expresión japonesa que no tiene una traducción literal, pero que podría explicarse como un propósito de vida, una razón de ser. Y al parecer, tener claro cuál es nuestro objetivo, nuestra pasión, saber para qué vivimos, aunque personal e intransferible, nos da motivos para ser felices. Les confieso que no tengo demasiado claro cuál es mi Ikigai, más allá de lograr vivir con tranquilidad y mantener a los míos cerca, pero no está de más pensarlo de vez en cuando, replantearse incluso metas y objetivos.
Reflexionando sobre este asunto, pensaba si las ciudades, los territorios, tienen su propio Ikigai. Quizá en este sentido, su planteamiento de presente y de futuro depende de las políticas que se apliquen y de su propia idiosincrasia; pero también creo que tienen mucho que ver las personas que los habitan. La ciudad de Málaga está hoy en boca de todos como ejemplo de un lugar que ha sabido reinventarse, proyectando su futuro desde hace décadas con iniciativas transformadoras de innovación, digitalización y creatividad. Hoy es un foco nacional e internacional de inversores y trabajadores que han visto en este lugar el ideal para combinar proyectos laborales y vida. La contrapartida a esta transformación es un aumento del precio de la vivienda, un problema que no solo atañe a Málaga, obviamente, pero que se convierte en una barrera complicada de superar.
A la ciudad andaluza se le suman otros ejemplos en España que todos conocemos, como Bilbao, que pasó en unas décadas de ser una ciudad industrial a ser capital cultural y de servicios. Las transformaciones urbanas de Valencia, Sevilla o Murcia son otros ejemplos de ciudades que cambiaron su fisionomía, convirtiéndose en más atractivas para sus habitantes y para atraer a otras personas.
Creo que el cambio de Soria es patente y se está fraguando un salto cuantitativo y cualitativo. Los proyectos en marcha y una realidad global que mira hacia las ciudades más 'humanas' y con mayor calidad de vida como nuevos focos de atracción de personas juegan a nuestro favor. Vivir en un entorno más sostenible no solo se refiere a un mayor número de parques y zonas verdes, sino a un lugar en el que la educación, la sanidad, la cultura, la seguridad, el transporte o las energías renovables, entre otras cuestiones, lo conviertan en un buen sitio para vivir. Tener todo lo que una persona necesita en un entorno que no supera los 15 minutos a pie es ganar tiempo y ganar vida. Y tras la pandemia y con los cambios sociológicos que se están dando, muchas personas se replantean salir de las grandes urbes hacia ciudades de medio tamaño en las que se gana calidad, tranquilidad, y sostenibilidad. Se requiere, eso sí, contar con un entorno que permita el crecimiento laboral de personas y empresas.
Soria tiene una buena oportunidad para postularse como una ciudad en la que vivir bien. Y necesitamos crecer para seguir existiendo. Otra cuestión es que nos lo creamos, porque es estupendo tener a la vista proyectos transformadores, que nos favorezca la nueva corriente glocal que se extiende por el mundo e, incluso, el cambio climático, pero de nada servirá si no participan en este cambio las personas que aquí vivimos. Quizá tengan que venir de fuera a mostrarnos todo lo bueno que tenemos y que apreciamos más bien poco.