Laura Álvaro

Cariátide

Laura Álvaro

Profesora


Edadismo

16/09/2023

Llegó septiembre, y con él la vuelta a la rutina. Ha sido un buen verano, en el que, a parte de desconectar y recargar pilas para el nuevo curso escolar, también he tenido la oportunidad de seguir aprendiendo. Uno de los conceptos en los que he podido profundizar y que más me ha dado para reflexionar, ha sido el edadismo. A comienzos de verano asistía a un taller, impartido por una experta en la materia, que no solo me explicaba el origen y las consecuencias de este ismo -de esta actitud-, sino que también, en grupo, aprendimos a identificar los comportamientos propios del mismo, primer paso para evitarlo. Gracias a esta formación, como nos decía María -la profe- me puse las gafas grises. Pero ¿qué es el edadismo? La OMS lo define como «la forma de pensar (estereotipos), sentir (prejuicios) y actuar (discriminación) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad». Es decir, otro concepto más en el que el poder ostentado por lo normativo distingue entre personas con privilegios y aquellas que no los tienen. Volvemos de nuevo a diferenciar y jerarquizar entre grupos sociales por una razón biológica. Lo cual, como podrán intuir, nos vuelve a llevar al odio en sus diferentes escalas. 
Si actitudes como el racismo, el machismo, la desigualdad de clase o por diversidad sexual son completamente censurables e incomprensibles, el edadismo, bajo mi punto de vista, se lleva la palma. Y es que realmente lo que estamos haciendo es, ya no solo discriminar a la población con una edad diferente a la nuestra, sino que estamos prejuiciando a nuestro yo del pasado y nuestro yo del futuro. Y es que todo ser humano pasa por diferentes etapas: infancia, adolescencia, adultez y vejez. ¿Sólo somos válidos en una de ellas?
Aunque el imaginario colectivo asocia el edadismo con la tercera edad -os invito a que hagáis una búsqueda en Google imágenes con este concepto para corroborarlo-, la discriminación por edad comienza mucho antes. Últimamente se ha puesto muy de moda el adultocentrismo, para explicar una manera de ver la vida desde la perspectiva de las personas adultas, obviando necesidades e intereses de las y los más pequeños. Hay argumentos que afirman que «al no tener derecho al voto, no son importantes». Creo que es un poco arriesgado asegurar esto a pies juntillas, pero la realidad es que no son pocas las ocasiones en las que parece que a la infancia se le dedica las últimas posiciones en la escala jerárquica de poder. Hay decisiones que afectan a niños y niñas que claramente están tomadas desde el punto de vista del adulto. Por ejemplo, ¿qué ha pasado con las fiestas de San Saturio después de dos años sin celebrarlas a causa de la pandemia? Que las vacaciones escolares para su disfrute se han visto reducidas en un día. Una festividad tan familiar como esta -para los que se quedaban, pero también para los que aprovechaban para viajar en familia- ha menguado por segundo año consecutivo. Ni se me pasa por la cabeza que esto pudiera suceder con San Juan.  Las desigualdades, vengan motivadas por la razón que sea, deben ser erradicadas. Pero, para ello, hay que identificarlas. Entender lo que es el edadismo es el primer paso para que las prioridades de infantes, adolescentes y mayores tengan el mismo peso que las de las personas adultas. Así que ha llegado el momento de enfundarse las gafas grises.