La campaña electoral gallega, embarrada en clave nacional por una exagerada presencia de líderes nacionales, además de ningunear a sus candidatos ha dejado desde meteduras de pata (Ayuso confundiendo la ría de Vigo con una bahía) y actitudes incorrectas (Sánchez prometiendo una nueva fragata antes de que lo aprobara el Consejo de Ministros) a feos detalles (comunicar dos días antes de la votación un aumento de sueldo a los trabajadores de la sanidad pública), por no hablar de las inoportunas confidencias de Feijóo. Estas elecciones se han vivido como unas nuevas elecciones generales. Unos decían que Feijóo se jugaba su puesto si no conseguía una nueva mayoría absoluta. Otros lo plantearon como un plebiscito sobre la Ley de Amnistía del Gobierno y sus cesiones a los separatistas. El PSOE se echó en brazos de los nacionalistas gallegos con el lema «todos contra el PP» mientras que el PP llamaba al «voto útil» esgrimiendo el miedo a un gobierno del BNG que permitiría que Galicia se sumara a Cataluña y al País Vasco «para jugar juntos, coordinados y sincronizados frente al Estado para romperlo mediante el derecho a decidir» (Otegi en 2018).
Al final las urnas proclamaron una gran victoria del PP, que mantiene la mayoría absoluta por quinta vez consecutiva, ganando con claridad en las cuatro provincias gallegas aunque pierde dos escaños. 'O Galicia o nacionalismo' ha sido el eslogan que ha motivado a los gallegos a decir NO al nacionalismo independentista y sopapear a los partidos del gobierno de coalición.
El otro claro ganador ha sido la Democracia Ourensana –partido de Orense- que ha conseguido su objetivo de entrar en el Parlamento, aunque no serán decisivos en el gobierno. Amarga ha sido la mejora del BNG. El disfraz de su programa electoral –muy radical en lo identitario y en el campo fiscal- presentado de forma light les ha permitido mejorar sustancialmente sus resultados, pero se han quedado muy lejos de alcanzar el poder aunque se han convertido en el primer partido de la oposición.
Fracaso total, rozando el ridículo, de un PSOE que se desploma con los peores resultados de su historia y se queda en tercer lugar en el parlamento. Sánchez ha fracasado, se implicó directamente en la campaña planteando que era un plebiscito sobre Feijóo y se le ha vuelto en contra, aunque ahora sus fieles dirán que él no se presentaba. Calamitosos los resultados de Sumar, Vox y Podemos. Los tres pretendían entrar en el parlamento y ninguno lo ha conseguido, aunque hay diferencias significativas. Vox cosechó más votos que Sumar y Podemos juntos y este último –ridículo total- quedó por detrás de PACMA.
Ridículo, otra vez, el de Tezanos, director del CIS, asegurando, en contra de todos, que el bloque de la izquierda tenía muchas posibilidades de gobernar la Xunta. Le acompañó Ángels Barceló, ¿periodista? de la SER, afirmando que «el BNG toca el poder con la punta de los dedos» porque «le ha salido tan bien la campaña como mal le ha salido al PP».
Un gallego amigo mío me llamó para asegurarme que iba a ganar el PP con mayoría absoluta porque, aunque Castelao escribió con acierto que «los gallegos no protestan, sino que emigran», estos tiempos son diferentes. «Ahora creemos», con Emilia Pardo Bazán, que «al gallego no se le pesca con anzuelo de aire». Esperemos que todos los españoles voten siempre con 'sentidiño' (sentido común y buen hacer en gallego) y que ningún español pique con un anzuelo de mentira.