Ni siquiera las focas y los pingüinos, únicos habitantes de un remoto archipiélago del océano Índico, se libran de los aranceles. El tasazo decretado por Donald Trump hizo temblar al mundo ayer, en la misma medida que desconcertó a cuantos intentaron ayer desentrañar los cálculos en los que se basa el baile de porcentajes.
La interpretación que se impone, para justificar una fórmula que afecta a medio centenar de países, con gravámenes que van desde un mínimo del 10%, aplicable prácticamente a todos los latinoamericanos, hasta un 49% en el caso de Camboya, es que se habría utilizado una regla de tres simple al dividir el déficit comercial con un determinado socio por el valor de las importaciones, multiplicando el resultado por 100. Un patrón que se cumple en el caso de la UE, Suiza y China, pero no se corresponde con la realidad general ni se suaviza ante estados aliados como Israel (15%), Argentina (10%) o el Reino Unido (10%).
Las autoridades comerciales estadounidenses intentaron explicar que el cálculo utilizado por el Gobierno de Trump no es tan simple y que, además de tomar en cuenta los aranceles (el obstáculo comercial más obvio y visible), también se ha tenido en cuenta el impacto de las barreras comerciales no arancelarias, entre las cuales están las cuotas de importación, las barreras administrativas y los requisitos técnicos o sanitarios, entre otras. Estados Unidos aludió también la supuesta manipulación de divisas como una barrera comercial que justifica estos gravámenes.
Independientemente del método empleado en sus cálculos, el anuncio provocó un tsunami en los mercados, aunque el impacto varía, al igual que los porcentajes fijados. Como se podía esperar, el gigante asiático fue uno de los más castigados, con una sanción que se extendió a sus principales socios, entre los que se encuentran Vietnam, considerado la fábrica de China, ya que allí trasladaron sus manufactureras para eludir los aranceles de Washington durante el primer mandato de Trump, y también Camboya y Laos, cuyos aranceles se acercan a la barrera del 50%.
Pekín no hizo esperar su reacción y manifestó su «rechazo firme» y reclamó a Trump la «cancelación inmediata» del gravamen, al tiempo que dejó claro que tomará las medidas necesarias «para salvaguardar sus intereses». La Casa Blanca incluyó en el grupo de aliados de China a Taiwán, que tachó de «profundamente irracional» el impuesto.
El desigual castigo decretado por el magnate sacudió con dureza a la Unión Europea, pero además resucitó el fantasma del Brexit, por el trato diferencial dispensado al Reino Unido, donde se reduce el gravamen a la mitad en comparación con el bloque comunitario.
Cuando la opinión mayoritaria en el Reino Unido ya es que, al menos económicamente, el Brexit fue una maniobra dañina para sus propios intereses, la decisión de Trump ha resucitado las reivindicaciones de que fuera de la UE el país goza de una mayor autonomía estratégica.
Esta teoría fue abonada por un cercano asesor de Trump, Sebastian Gorka, que proclamó que Reino Unido reafirmó su independencia con el Brexit, y abrió la puerta a mejorar el porcentaje del 10%.
Rusia se frota las manos
Y mientras en la Unión Europea reina la preocupación, Rusia se frota las manos ante el creciente cisma que separa a Estados Unidos y a su histórico aliado, al tiempo que se libra de la guerra comercial. «La Unión Europea se está hundiendo. Su economía, su política, su industria, su producción, sus finanzas… todo se está yendo al garete, eso es evidente», afirmó María Zajárova, portavoz de Exteriores del Kremlin.
Eso sí, Trump amenazó recientemente a Putin con imponer aranceles de hasta el 50 % al petróleo ruso si no declaraba pronto un cese de las hostilidades.
Sin embargo, Ucrania no se libró del gravamen, que Washington fijó en el 10%, al igual que otras seis antiguas repúblicas soviéticas, entre las que figuran Azerbaiyán o Georgia. Los más afectados fueron la europeísta Moldavia (31 %), y Kazajistán (27 %), vecino e importante socio del Kremlin.
Además de Rusia, Cuba, Corea del Norte y Bielorrusia están fuera de esta guerra comercial, porque sobre esos países ya pesan severas sanciones económicas, según subraya la Casa Blanca que, además, indica que el cobre y el oro, productos farmacéuticos, semiconductores, artículos de madera y la energía y minerales no disponibles en EEUU están excluidos, junto a otros productos sujetos al tratado comercial con Canadá y México.