Alberto Núñez Feijóo se perfila, a juicio de una mayoría de expertos cuya opinión he podido leer o consultar estos días, como el más probablemente encargado por el Rey para tratar de formar gobierno, aunque esté lejos de poder lograrlo. Otra cosa, que el monarca encargase esta tarea en primer lugar a Sánchez, abriría un precedente peligroso y desgastaría al jefe del Estado ante los sectores que más le apoyan.
Sí, es dura la decisión que el Rey deberá tomar a partir de este martes: ¿encargar la formación del Gobierno a Núñez Feijóo, que ganó las últimas elecciones, o a Pedro Sánchez, presumible vencedor en las post-elecciones gracias a los apoyos con los que piensa que contará? La Constitución se queda coja ante esta pregunta. Cuando Felipe VI, tras haberlo hecho este lunes con los grupos 'menores', se entreviste este martes, por separado, con cada uno de los dos máximos protagonistas de la política de la nación tendrá que tener en cuenta que estos apoyos de los que Sánchez presume, pienso que con bastante probabilidad de conseguirlos, no tiene la seguridad aún de tenerlos atados. Entiendo que el Rey no recabará directamente los testimonios de Junts, ni de ERC, ni de Bildu, ni del Bloque Galego, que, en aras de su republicanismo, rechazan acudir a La Zarzuela.
El jefe del Estado no podrá, piensa una mayoría de los consultados, actuar solamente según lo que le cuente Sánchez, que está aún en plenas negociaciones con los separatistas catalanes en torno a cuestiones tan delicadas como la amnistía 'generalizada' a los implicados en el 'procés' o el referéndum secesionista. Por eso, en mi opinión, el jefe del Estado tendrá que encargar someterse a la investidura en primer lugar al presidente del Partido Popular, que ganó al PSOE en escaños y en votos hace un mes. Sabiendo todos, claro, que Feijóo no podrá alcanzar la mayoría suficiente para llegar a La Moncloa, y que entonces se pondrá en marcha el reloj infernal cuyos tic tacs los controla una persona: Carles Puigdemont.
Por eso, o Felipe VI encarga este martes, o en los próximos días, a Feijóo la formación del Gobierno, misión imposible, o tendrá que aguardar a que se aclare el panorama entre el PSOE+Sumar y ERC y Junts. Y esas negociaciones, que todos anticipan que serán positivas al final, no serán flor de un día: es mucho lo que hay que ceder, transar, pactar o hasta, si se quiere, regalar al insaciable prófugo de Waterloo y también a la más 'manejable' ERC. Así que lo previsible sería una rápida sesión de investidura en torno a Feijóo, que la perdería porque no cuenta con más apoyos que los del diputado de UPN y, en su caso -las relaciones no pasan por su mejor momento, precisamente de Vox y quizá de Coalición Canaria. Entonces se pondría en marcha el calendario de dos meses de tiempo para que Sánchez concluya sus negociaciones con los independentistas catalanes para asegurarse sus votos en una segunda sesión. Si no lo logra, a repetir unas elecciones que seguramente, ay, tampoco arrojarían resultados concluyentes.
Pero muchas cosas van a ocurrir de aquí a entonces. Entre otras, la confirmación o destrucción del bloque ficticiamente llamado de centro-derecha', en función de que Feijóo escuche a unos u otros de sus asesores, que le incitan a romper con Vox o a lo contrario. El líder de la oposición tendrá la oportunidad, en el discurso de investidura, de fijar sus posiciones, hoy consideradas algo ambiguas incluso por los comentaristas que más simpatía le muestran, y de lanzar un mensaje unívoco a la nación. Contra lo que dice algún ministro, que Feijóo se presente a la investidura no es ni "una pérdida de tiempo", ni "una salida a lo Tamames", desde luego que no.
Este 'calendario', tan abierto, es lo previsible. Lo que no es mucho decir en el país donde casi todos son imprevistos. Yo diría, en principio, que ahora la pelota está en el tejado de Feijóo. Sánchez ha chutado mucho antes y su patada, fortísima, ha lanzado el balón a los aires. Puede que caiga en los verdes prados de Waterloo. Pero eso, claro, hoy no toca. Todavía.