Decía Edgar Degas que el arte no es lo que uno ve, sino lo que uno hace ver a los demás. El arte político de Carlos Martínez no es lo que uno ve, sino lo que hace ver a los demás. Llevo muchos días leyendo entrevistas, análisis y perfiles en medios de toda índole sobre el flamante secretario del PSOE de Castilla y León. Carlos no parece Carlos. Carlos parece un señor disfrazado de Carlos. No he visto su arte, ése que en Soria ha mostrado durante 17 años. La lectura de esas páginas resulta chocante para alguien que le conoce de toda la vida: en la infancia fuimos vecinos de edificio y compañeros de colegio, aunque no de curso. Somos de la «Barriada», un barrio obrero a las afueras de Soria construido por el fascista soriano, Juan Yagüe, en 1951. Se llamaba la Barriada de Yagüe, pero muchos años antes de aprobarse la Ley de Memoria Democrática, los vecinos, de forma espontánea, cuando todavía ni existía el concepto de Memoria Democrática, le quitamos el apellido y lo redujimos a la «Barriada». A los de la «Barriada» nos encanta decir que somos de allí. Ser de la «Barriada» forja carácter y si no que se lo pregunten a otros ilustres «barriadistas»: el atleta Abel Antón o el constructor Paco Rubio, que subió al Numancia a Primera.
¿Qué tendrá la «Barriada»? Gente humilde de barrio periférico o, como señala mi amigo Quique, gente pobre, llamemos a las cosas por su nombre y dejemos de dulcificar. Personas que se han hecho a sí mismas con el sudor de su frente. En el caso de Abel Antón con el dolor de sus piernas y, antes de ganar maratones, con su trabajo en una empresa de embutidos. En el de Paco Rubio, huérfano de padre desde los 15 años y encofrando desde los 14. Carlos Martínez, como Abel y Paco, también se ha hecho a sí mismo después de ser reponedor en un supermercado y de abandonar la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola. Es raro que desde la derecha no haya salido nadie con la murga del reponedor como cuando salen con la de la cajera, refiriéndose a Irene Montero o al kiosquero en alusión a Pablo Fernández. Parece que les gusta más el papamóvil como ya hemos constatado en los medios con esos artículos y entrevistas repletos de augurios que, como los videntes, lo mismo te dicen una cosa que la contraria: que Mañueco va a adelantar las elecciones aprovechando el cambio en el PSOE o que no las va a adelantar por la misma razón, por el cambio en el PSOE. Páginas llenas no sólo de conjeturas futuribles, sino de hipótesis pasadas en relación a su aterrizaje sanchista, que quiere erradicar como si fuera una maldición explicando que ni es sanchista, ni tudanquista, ni carlista. Sobre ser susanista no dijo ni pío, aunque serlo, lo fue. Suposiciones pretéritas que salpican también a Tudanca en su decisión de abandonar o a los que le abandonaron a golpe de dedo divino para dejar vía libre al arte político del «barriadista».