Las democracias avanzadas están sufriendo un proceso de polarización afectiva observable en la ciudadanía que refleja el debate retransmitido en las redes sociales y en los medios de comunicación. Se trata de un discurso que utiliza la identidad partidista como arma oratoria y que se construye en base a la invalidación del signo opuesto explotando las divisiones preexistentes. Según la teoría de la identidad social, las personas categorizan a los demás y a sí mismas en grupos. El contexto actual de aislamiento de los individuos se presenta, además, como un caldo de cultivo para este proceso. Como dice Lyotard, las sociedades más avanzadas en el desarrollo capitalista se caracterizan por el relativismo y por la necesidad de los sujetos de construir su identidad de forma precaria y difusa. Lo característico de este proceso, es que, a diferencia de la polarización política existente, basada en las divergencias en cuanto a los valores, creencias y argumentos técnicos y éticos de las políticas públicas, se percibe un repunte en la parte emocional del conflicto. Freud en su obra "Psicología de las masas y análisis del yo" sostiene que las personas, al incorporarse a una masa, transforman su comportamiento, emociones y procesos cognitivos, a causa de los vínculos emocionales e inconscientes que forman con el grupo y su líder. Los grupos, como las personas, son proclives a atribuir al otro las imperfecciones, los errores o deseos reprimidos del propio. Las sucesivas acusaciones de corrupción, mentira, autoritarismo o manipulación entre partidos políticos afloran a la par que los sentimientos de amor y de odio. Más allá de los conflictos políticos, lo que identifica a este proceso es la desconfianza en los otros que incapacita para el entendimiento tanto a nivel interpersonal como en los sistemas de expertos. Ejemplo de lo segundo lo podemos ver en el auge de movimientos negacionistas del cambio climático apoyados por partidos que defienden postulados contrarios a la evidencia científica actual, o en la tergiversación de la evidencia histórica, frecuente cuando algunos actores de estas élites se refieren a un pasado mítico para enriquecer su retórica.
Las élites políticas, estos líderes carismáticos con la empresa de que no caiga la oferta de votantes, ante la creciente desafección y desinterés político, tienen que hacer que los discursos generados en las cámaras democráticas donde se imparten los debates (los cuales luego ocupan un importante espacio en los medios informativos de entretenimiento), ofrezcan algo más de chicha, un poco de morbo para que no decaiga la audiencia y el interés de la ciudadanía por "lo que pasa". No creo que esto sea tanto como una estrategia publicitaria premeditada que como son realmente, reflejando y caricaturizando un comportamiento estructural de nuestra sociedad. La democracia se legitima mediante la participación, aunque esta se reduzca a una papeleta. Si la gente ya no se interesa por los políticos, aunque simplemente sea de sus beefs , egolatrismo o de lo humorístico de su nivel intelectual como materia prima para hacer memes, el votante dejaría de serlo (se rompería su identidad partidista) y no se le podría responsabilizar y culpabilizar por parte del otro grupo de la situación en la que influya el gobierno de turno, dando pie a la continuidad del ciclo de turnismo político, cuyo funcionamiento es ahora más complejo dada la fragmentación del sistema de partidos. Creo que, si los debates políticos fueran serios, sobre todo en la forma en la que se desarrollan, votaría menos gente, ¿incrementaría o disminuiría así la calidad democrática?
Si la Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad (Kant) y la razón es el principio de la ilustración que sienta las bases de la democracia moderna, parece que a través de la polarización afectiva (que no es lo mismo que polarización política) el hombre volviera a la edad del pavo siendo política e intelectualmente dependiente de los discursos populistas y de una frase que dijo en un post no sé cuál diputado y que repitió un tío tuyo dando la brasa durante la cena de nochebuena y tu hermana casi se le tira al cuello.