Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Kit para sobrevivir

26/04/2025

La Unión Europea ha lanzado una recomendación que, en un primer vistazo, parece sacada de una película postapocalíptica: tener preparado un kit de supervivencia en casa. En teoría, no es una ocurrencia catastrofista, sino una medida preventiva ante posibles emergencias de gran escala -apagones prolongados, ciberataques, fenómenos meteorológicos extremos, o incluso conflictos- que puedan afectar el suministro de electricidad, agua o alimentos. El llamado «kit de emergencia» incluye elementos básicos como agua potable, alimentos no perecederos, linternas y pilas, radio (también a pilas), medicamentos esenciales, botiquín de primeros auxilios, documentación importante recopilada, dinero en efectivo, ropa de abrigo, cerillas y velas. Aseguran que en un mundo cada vez más interconectado y frágil, una crisis puede bloquear la logística, saturar los servicios de emergencia y dejarnos durante días sin acceso a lo básico.
 Los elementos del kit los puedes encontrar, más o menos, en toda vivienda que se precie. Tristemente, nos acostumbramos al absurdo al vivir una pandemia mundial que parecía sacada de una mala película de serie b y que, sin embargo, tuvo catastróficas consecuencias y nos han marcado a fuego una sensación de inseguridad permanente. Más allá del anuncio 'preventivo', temo el fondo del asunto. Por mucha livianidad que se le quiera poner al asunto, disfrazándolo de cultura de la prevención y de estar mínimamente preparados para lo improbable, como quien saca un paraguas por si jarrea, lo cierto es que el anuncio nos habla de una realidad inestable, de escenarios nada halagüeños, de catástrofes naturales o de conflictos armados; casi nada. Y yo me pregunto, ¿de qué nos serviría este kit ante una catástrofe repentina?
Que el mundo camina hacia la extinción, es una realidad incontestable. No tiene uno más que asomarse a las noticias para corroborarlo. El conflicto sin fin entre Rusia y Ucrania, las masacres en Gaza, la inestabilidad total de todo Oriente Próximo y Oriente Medio, el pulso entre China y Estados Unidos por el control del Pacífico, las tensiones en el Sahel y otros países del África subsahariana, a los que hay que sumar las sucesivas crisis energéticas, las ciberamenazas, el cambio climático y los fenómenos extremos y la polarización política y la desinformación interesada. 
Y en este contexto, me resisto a creer que unas linternas y unas latas de atún vayan a salvarnos de algo más profundo. El verdadero kit de supervivencia -el que de verdad puede marcar la diferencia- no se guarda en una mochila, sino en nuestra manera de vivir y relacionarnos. Hablo de sentido común, ese bien tan escaso y valioso, que nos haría repensar cómo consumimos, cómo nos movemos, qué necesitamos realmente para vivir. Hablo de empatía, de cuidar a quien tenemos al lado, de comprender que el individualismo salvaje nos deja aún más solos cuando llegan las curvas. Hablo también de solidaridad, porque ninguna emergencia será gestionable si no entendemos que salimos juntos o no salimos.
Quizá el gesto más revolucionario y resiliente hoy no sea llenar la despensa de provisiones, sino reducir el consumo exacerbado, frenar la carrera absurda hacia ninguna parte y reconstruir eso tan sencillo y tan potente que se llama comunidad. Porque el día que de verdad lo necesitemos, ninguna pila alcalina será más vital que una mano tendida.