Me gusta escribir cartas. Lo he hecho desde chica.También recibirlas y leerlas. El género epistolar, más allá de guardar riqueza como fuente de investigación , es una buena manera de enterarse de lo que las pantallas quizás nunca mostrarán. No es la primera vez que me dan ganas de escribirle al país donde nací, con el valor de sus particularidades y la mayor sintonía con su esencia. Hacerlo en verdad supondría un ejercicio de escritura terapéutica ante un paciente que requiere desde hace mucho de medicina de alta complejidad. Cuando no se puede ir más abajo, se comienza a subir. Pregúntaselo al madero después del naufragio, al guardafaros, al guardavías, al centinela de la torre.... Es ley.
En Argentina, con un historial de emisión sin respaldo, intromisiones, intervenciones y formas de hacer Justicia ( valor democrático por excelencia) muy sui generis, la palabra circula por intertextos y una conducta humana que no es sólo verbal al celebrar un nuevo contrato social en pos de una sociedad justa como proyecto, con confianza y cuotas de responsabilidad y compromiso ciudadano. Argentina vive momentos fuertes para hacer crecer una posibilidad que revierta la execrable igualación hacia abajo y pondere una democracia sana de proximidad que se entere de veras lo que les pasa y les pesa a los actores de la sociedad, poniendo manos a la obra, con las respuestas que en gran medida brinda la Ley de leyes - que el próximo 24 de Agosto cumplirá tres décadas de su última reforma- que consagra los derechos de primera, segunda, tercera y cuarta generación, por empezar.
Desde una lectura atenta no falta el sello de un agudo humorista de la gráfica, en una foto que habla, ante la ventanilla de una oficina de «objetos perdidos» al que recurre «la clase media». Es sabido que el inteligente no se ofende, saca conclusiones; y el sabio elige las peleas.
Argentina hoy ruega por una política que más allá de la aptitud para enhebrar acuerdos y asignar prioridades, sea encarnada por políticos de buena madera, probos e idóneos , que dejen su limbo y sean capaces de elegir qué peleas librar.
¿Por dónde va la Argentina? ¿Cuán justo ha sido el Estado con el valor vida de los argentinos? ¿Qué decisiones aportan hoy a la construcción de Justicia? ¿Qué es lo no negociable? Qué es lo que más importa en definitiva con el calendario en la mano? ¿Qué factores producen la felicidad del ciudadano que digitaliza sus emociones? ¿Qué esperan los ciudadanos libres, con valores éticos y paciencia sutil en su espacio de esperanza- y hasta los más creyentes que saben que la fe hace las cosas posibles pero no fáciles-?
Son tan sólo algunas preguntas que condensan el planteo de un destino próximo, donde el azar y la sorpresa no serían buenas compañías.
Cómo contar en una carta la atmósfera del mapa y el territorio del país donde vivo en su máxima expresión? En un contexto desafiante, desestructurado , que no deja de ser creativo, entre definiciones, estrategias y necesidades, interpretando las cifras que toman estado público, sobre la caída de la capacidad de compra, el costo laboral, el empleo formal, el combate a la inflación, palpitando la tan ansiada sanción de la Ley de Bases , alejada de su diseño inicial.
Para la próxima, tal vez me anime a redactarla. De momento, traigo la inolvidable frase de un Ministro de Economía del siglo pasado, que abraza la estación que está por comenzar. «Hay que pasar el invierno».