El que más y el que menos considera que, su profesión, es fundamental para el funcionamiento del país. Y probablemente lo sea. Los más orgullosos del oficio elegido van más allá y desprecian a los que valoran como parásitos sociales porque se ganan la vida de manera 'improductiva'. Los especuladores en la bolsa, los que se forran colgando ocurrencias estúpidas en la redes, o los que lo hacen a la sombra de sectas místicas y religiosas que se supone llenan de esperanza la vida de los desheredados de la razón y la fortuna y cientos más que, si los cito, me quedo sin columna hoy. Artículo que, como reza su encabezamiento, no es sino la continuación del publicado el viernes pasado.
Requería un remate, o réplica, porque era previsible que, como ha ocurrido, el par de colectivos citados, empresarios y agricultores, se sintiera ofendido cuando denuncié algunas fórmulas aplicadas a sus planteamientos reivindicativos. No los serios y bien argumentados, sino los que apelan a su papel benéfico, casi de voluntariado de ONG, cuando se consideran pilares fundamentales para la supervivencia de la humanidad. Lo curioso es que lo son, pero sólo forman parte de un engranaje en el que la mayoría de los eslabones de la cadena son tan vitales como los que ellos representan. No son sólo los aludidos quienes reclaman apoyos oficiales. O sea fondos que aporta toda la sociedad. O casi toda incluso los influencers, tiktokers, concejales ineptos o protagonistas de 'realitys' fingidos, salvo que esquiven a la omnipresente hacienda pública. Los que se llevan las cuentas a Suiza o Andorra, no cuentan.
No hace falta terminar ni siquiera la primaria para percibir que tenemos una sociedad estructurada de tal manera que la mayoría de los empleos son imprescindibles. Para que nos 'den de comer' los que cultivan la tierra hacen falta fertilizantes, sistemas de riego, maquinaria carísima y de alta tecnología y luego la elaboración y distribución del producto final que llega al consumidor. Cocer el pan para entendernos. En este recorrido cada cual busca su parte de beneficio como es lógico, y luego el señor Roig, el de Mercadona, se lleva la mayor parte porque es el más espabilado y también porque se ha rodeado de trabajadores muy aptos para el propósito que pretendía. Por poner otro ejemplo. Los torrenillos de Soria son ahora un buen negocio. Ha habido un papel fundamental en su promoción por parte de los empresarios, pero amparados por estrategas comerciales y trabajadores que se han ganado su sueldo sin que nadie se lo regale. En resumen, que nadie se autoproclame 'salvador del mundo' si, sus pretendidos milagros, dependen de muchos, muchísimos más.