En un país definido como católico, donde la mayoría de los ciudadanos dicen que lo son aunque no ejercen, al menos desde la perspectiva llamémosla canónica que, entre otras cosas exige ir a misa los domingos, lo que sí se lleva son los ritos y el folclore asociado a esta confesión. Ya saben, comuniones, funerales, bodas y sobre todo festejos que, en muchos casos son el resultado ecléctico de la cristianización de celebraciones muy arraigadas en la población que nada tienen que ver con los textos bíblicos o las prescripciones vaticanas. Estamos en el apogeo de las Fiestas de San Juan o de la Madre de Dios. Largo nombre para resumir el solsticio de verano y que genera cierta confusión entre los cuatro o cinco que se plantean el porqué de esta denominación. A la de los santos y vírgenes me refiero. Todo parece indicar que, a la vista de que no había manera de erradicar las costumbres paganas, los hábiles ministros de la Iglesia, resolvieron que lo mejor era poner nombre cristiano a los festejos y a otra cosa. El santo del día era San Juan Bautista, pues ahí te queda el nombre y aprovechando que el Concilio de Éfeso proclamó un 22 de junio el dogma de la maternidad divida de María, se sumó también su nombre al de la celebración solsticial que se ajusta más a esa fecha que al 24 del mismo mes.
Con todo, lo curioso del caso es que ni el uno ni la otra, bajo esta advocación, son patronos de las fiestas. De hecho el Bautista ni siquiera tiene cuadrilla que lo represente. El que sí la tiene es el evangelista. Vírgenes tenemos dos, La Blanca y La Mayor y es la primera a la que se adjudica la supremacía, por el eso el lunes de Bailas casi todos los demás santos le rinden pleitesía menos El Salvador y La Mayor que le da la espalda, enfurruñada, desde la puerta de la iglesia que lleva su nombre.
Para complicar aún más las cosas cabe recordar a muchos sorianos que no es San Juan patrón de nada por estos pagos y que el más humilde San Saturio, el eremita, goza de ese privilegio. Y que en escritos añosos se cita a la Nuestra Señora del Mercado como patrona de las fiestas de junio. Con todo, lo que delata que nos acercamos a una celebración de origen pagano, o vinculado a otros cultos previos al cristianismo, es que, de los cinco días largos que duran y que cada vez estiramos más, sólo la parte matinal del Lunes de Bailas tiene un componente religioso indudable, con la misa en La Soledad más la procesión y posterior paseo por los barrios, de los santos titulares de cada una de las cuadrillas. Sea como fuere, no le den vueltas a la historia y disfruten. Y luego a San Fermín, que tampoco es el patrón de Pamplona. Curioso, ¿verdad?