Las banderas son símbolos, no cabe duda, otra cosa es que sepamos qué significan y sobre todo que tengamos asumida la evolución de los mismos y sus efectos. Hoy me propongo hablar del uso de la bandera nacional del país que me tocó en suerte y al quiero con toda mi alma. Supongo que a estas alturas serán conscientes de que la enseña nacional rojigualda que señorea las fachadas de los edificios oficiales, no está asumida de manera unánime por los ciudadanos españoles. Menos aún por los nacionalistas.
Empecemos, no obstante, por hacer un poco de pedagogía al respecto. Las banderas, estandartes, blasones y demás nacieron para identificarse en las batallas y evitar daños colaterales. La que ahora identifica nuestro país, fue enseña marítima de nuestra armada desde mediados del siglo XIX. Al parecer se eligió porque el amarillo y el rojo contrastaban con los azules del cielo y el mar. Así no había dudas hacia donde había que apuntar los cañones. Hoy ya no tiene esa utilidad. Su presencia parece un puro trámite regulado oficialmente. En España, sin embargo, la bandera no es de todos. Pero cumple con su objetivo de identificar bandos enfrentados. Si llevas la bandera en la gorra, en el logo de una camisa o en una pulserilla, una parte de la población te identifica como 'facha'. Una manifestación convocada por el PP o Vox, está cuajada de rojigualdas, no por los emblemas de los convocantes. Es obvio que, a estas aturas esos colores no son los de todos, porque una parte de la sociedad se los ha apropiado y el resto, algo cobarde, no se atreve a lucirlos para no identificarse con la ultraderecha.
En este escenario, hemos podido saber que el Ayuntamiento de El Burgo de Osma va a coronar con una bandera nacional, que imagino de gran tamaño, el castillo de Gormaz. ¿Con qué objeto, me pregunto? Y yo mismo me respondo. Se trata de vincularse a una ideología del mismo modo que el Ayuntamiento de la capital lustró su histórica fachada con la bandera arcoíris. No me gusta ni lo uno ni lo otro. Los consistorios son de todos y en el caso del aludido castillo, si se le quiere hacer justicia, debería lucir el blasón, si se sabe cuál era en el siglo X, del Reino de León. Castilla no pasaba de humilde condado aunque luego conquistara medio mundo que luego dilapidaron los Borbones.
¿Qué se pretende con esa bandera en Osma? Es, me temo, la reafirmación política de una ideología pero no es probable que, gobierne quien gobierne, la retire después. Menos mal que los aficionados a la fotografía disponemos del Photoshop para aproximar la imagen a la que, ese castillo, tuvo hace mil años sin afiliarnos a ningún movimiento de banderofobia nacional.