Resulta cuanto menos paradójico que de un católico, un Papa para más señas, se destaque con tanta admiración que fuera bueno, humilde, que defendiera los derechos humanos, sobre todo los de los colectivos más vulnerables, o que denunciara los desequilibrios sociales. Lo extraño sería lo contrario, porque esos son los originales y primitivos valores cristianos. Que la sociedad se deshaga en elogiar a un cristiano por ejercer de cristiano, que encima es el máximo responsable de la Iglesia Católica, dice mucho del momento que vivimos. No todo han sido loas, ha habido excepciones por parte de los que le consideran un rojo comunista precisamente por demostrar sus valores cristianos. ¡Vaya católicos!
Pasará a la historia como el Papa que realizó algunos pequeños cambios como permitir la bendición de la Iglesia a parejas del mismo sexo, a matrimonios civiles y a las uniones de hecho, por crear una Secretaría de Economía y la Comisión Pontificia para la Protección de Menores. A pesar de estos micro avances, su discurso se ha quedado en el aire, porque la Iglesia como institución es, más que conservadora, poco o nada cristiana. Sigue siendo machista, aunque la enseñanza de Jesús se basaba en la igualdad de los hijos de Dios. Y no hablemos de la pobreza, solo hay que visitar el Vaticano para constatar la riqueza que aglutina. No hay que salir de España para asombrarnos con el patrimonio acumulado de la Iglesia con artes poco cristianas: en 2022, el Gobierno logró que la Iglesia española admitiera que al menos un millar de los 35.000 bienes (20.000 de ellos lugares de culto) que inmatriculó de forma extraordinaria a partir de 1998, aprovechando la reforma de José María Aznar, no eran suyos. Parece que incumplieron durante años el octavo mandamiento.
Así que el legado de Francisco se queda en un discurso cristiano, porque como máximo responsable de la Iglesia no ha sido capaz de llevar sus ideales a la práctica. Obras son amores y no buenas razones. Liderar una organización no es solo lanzar unos mensajes empatizando con los más desfavorecidos, es ejecutarlos, llevarlos a la práctica y no lo hizo.
Tampoco ha conseguido mejorar las cifras de las vocaciones. En la Diócesis de Osma-Soria, en 2023, solo había 50 curas para atender 540 parroquias, o sea, que tocaban a casi 11 por sacerdote. Es probable que a día de hoy aún haya menos, porque no eran precisamente jóvenes, ya que la media de edad era de 72 años.
El Papa Francisco tampoco ha conseguido convencer con su discurso de Papa bueno para mejorar las ratios de fieles. Vivimos en un país laico en el que el 53,6% de la población española se considera católica. Sin embargo, solo un 16,8% es practicante. No hay más que entrar a las iglesias para constatar que están vacías y que las pocas personas que las ocupan son muy mayores. Malos tiempos para la Iglesia, a pesar de Francisco, el Papa bueno.