Uno de los propósitos que me propuse para este 2024 fue escribir más. Escribir me da vida. Sin embargo, dice Manuel Vilas en su última obra, El mejor libro del mundo, que escribir mata. Así, textual. Una frase de dos palabras en la página 281 de mi ebook que he marcado: «Escribir mata». Les recomiendo leer a Vilas. No tiene desperdicio. Voy subrayando frases que no quiero olvidar, aunque mi memoria cada vez es más amnésica. Escribir mata, dice el escritor, aunque a mí, creo, como decía al principio, me da vida. Reconozco que desde que leí esas dos palabras tan pegaditas la una a la otra, me ha entrado la duda existencial. ¿Escribir me está matando? Escribir siempre nos hace vulnerables, porque te expones públicamente. Escribir hace amigos y hace enemigos. Hay quien no te perdona nunca que publicaras una opinión que le afecta. Y no te perdona no por la discrepancia ni porque le atañe directamente, sino porque es pública y pueden leerla muchos lectores. Ay, el qué dirán de provincias. Aunque mate, como asegura Vilas, he decidido que no dejaré de escribir a pesar de que me cree enemigos. El otro día, un librero de Soria me confesaba que han ido varios clientes a preguntarle si ya he escrito una nueva novela. Suena pedante por mi parte, pero fue así, tal cual lo cuento. Nunca lo hubiera confesado públicamente, pero desde que sigo el rastro de Manuel Vilas, estoy perdiendo el pudor a reconocer cuestiones personales. Confieso que al escucharle sentí una mezcla de orgullo y de miedo. No me ha dado tiempo, le expliqué. Publiqué el último libro hace poco más de un año. Una novela no se escribe en una noche a no ser que te llames Corín Tellado, que tiene unas 5000 novelas y relatos publicados entre 1946 y 2009, es decir, 79 novelas al año o lo que es lo mismo, una novela cada cuatro días. A mí me cuesta mucho más de cuatro días escribir una novela. Cuesta mucho escribir, aunque me dé vida.
Me está encantando el libro de Vilas. Además de marcar sus frases, voy disfrutando, mientras las rumio, de sus reflexiones sobre la vida, las experiencias, escritores, filósofos, músicos, actores y actrices. Y en este vergel literario del aragonés se me coló la muerte de Marisa Paredes. Vaya noticia tan triste para despedirme del año en esta columna en la que salto sin red. Tristezas para decir adiós a 2024 y también incógnitas como la de si Carlos Martínez saltará, con red, al panorama regional o si será cierto que se reabrirá la Soria Castejón como da por hecho el Ministro Puente (que apellido más acertado para un Ministro de Transportes).
Me gustan más las bienvenidas que las despedidas, aunque da mucho más juego literario un adiós que un hola, así que brindaremos por un 2025 del que no sabemos lo que nos traerá y que llenaremos, en sus primeros días, de buenos propósitos. En mi caso, seguir escribiendo, aunque diga Vilas que mata.