Supongo que a estas alturas ya lo saben. Sólo Estados Unidos supera a España en el ranquin mundial del turismo. Doy por hecho, además, que están al cabo de la calle de que se están prodigando las movilizaciones para limitar el impacto que esta actividad está teniendo en muchos lugares de la geografía nacional. Pero no es el caso de Soria, aunque no es leyenda la que cuenta la alegría de los abuelos cuando los hijos y su prole acudían al pueblo a pasar el verano y el alivio que sentían del día de hacían las maletas para irse. Los visitantes dan vidilla a la provincia pero en determinados momentos también son, somos mejor dicho, una carga de la que conviene librarse a tiempo.
En este escenario tan contradictorio nos movemos los dos meses vacacionales por excelencia y ofrecemos los espacios que resultan atractivos a los visitantes. No son pocos, pero algunos se conocen y frecuentan más que otros. Los hay que están regulados y aseados y otros que parecen dejar la puerta abierta para que cada uno que llega haga lo que se le pase por el forro…Por ejemplo la Playa Pita.
Esa parte del litoral, unos pocos de los 65 kilómetros que tiene el embalse, compete a la Mancomunidad de los 150 pueblos y el municipio de Soria. Las infraestructuras integran desde instalaciones de hostelería a camping cientos de aparcamientos e incluso espacios destinados a las caravanas, cada vez más abundantes. Hay señalizaciones, cierto, pero cada uno hace de su capa un sayo porque nadie se encarga de corregir las caprichosas y a veces molestas actividades de los visitantes que van desde los ruidosos grupos que descargan sus decibelios de reguetón a tope, a los que llevan, justo donde hemos decidido bañarnos, a su prole de perros. No todos entienden por qué no hay que dejar basura en el pinar, ni muchos caravanistas leen el cartel que le indica donde deben aparcar su enorme vehículo.
Creo que hay soluciones factibles para mejorar este espacio. Sólo hay una entrada a Playa Pita y cobrar a cada vehículo en estas fechas un par de euros daría de sobra para que varias personas se encargaran de poner un poco de orden en este espacio tan querido por los sorianos. Sí, ya sé que cada vez atenazamos más la libertad de movimientos y actividades, pero es lo que hay. Somos demasiados y no todos con un nivel de respeto que nos haga prescindir de una cierta autoridad que nos ponga en orden.
Añado, que a la Confederación Hidrográfica del Duero hay que darle un toque severo. Mantiene a una absurda excepción con nuestro pantano para que naveguen ruidosas lanchas a motor, que en otros embalses, que abastecen a poblaciones de agua de boca, está hace tiempo prohibido.