Sí, los veraneantes y los turistas toman, si no lo han hecho ya, las de Villadiego y regresan a los lugares donde residen y donde tienen que cumplir con sus empresas volviendo al trabajo. Se van. Y así, de entrada hay que reconocer que una parte de la población se alivia de la presión que tanta gente ha supuesto en las calles, carreteras, restaurantes e incluso la humilde taberna del pueblo. Se van a la vez que se acaban los festejos, algunos tradicionales, otros inventados y no pocos importados de la fascinante cultura anglosajona que está fagocitando la nuestra sin que, un servidor tenga claro que se sea superior. Si acaso más poderosa y más influyente como se evidencia en todas partes. Los festejos aludidos forman parte de una estrategia para hacer de esta provincia un lugar animado y divertido. Los hay a cientos. Estas iniciativas se complementan con instalaciones que demandan nuestros visitantes y que, pasados los meses de julio y agosto entran en un largo proceso de hibernación. Sobre todo las piscinas.
Pasados los primeros días de alivio en el tráfico, en la barra de los chiringuitos o en el supermercado del barrio, volvemos a esa lánguida existencia de un pueblo menguante que espera sin esperanza la reacción de nuestros mandatarios para ponernos al día con el desarrollo de nuestro entorno, pero ¡quiá!, no se ve en el horizonte la más mínima perspectiva de mejora. Sin ir más lejos, cuando más se habla de las ventajas del ferrocarril en todo el continente, el ministro encargado del asunto en nuestro país, un tal Óscar Puente, más conocido por su carácter lenguaraz, casi bocazas, que por su trayectoria política, aseguró que 'el tren vive su mejor momento en España'. No digo que no se han mejorado las vías y los convoyes y que cada vez haya más territorios cubiertos por la alta velocidad, pero aquí seguimos sólo con el 'Torralbilla' sin expectativas de mejora. A estas alturas tenemos claro que la política de infraestructuras o cualquier otra inversión significativa está lastrada por el interés prioritario de este gobierno; seguir en el gobierno. Y dirán ustedes, pues habrá que votar a otros. Bueno, si les sirve de consuelo…pero hagan memoria y recordarán que con otros colores en La Moncloa no nos fue mejor.
Así las cosas volvemos la mirada al bucólico, incluso según se mire, abandono de la provincia que nos ha parido sin tener muy claro si lo mejor es la 'vidilla' del verano y la Semana Santa, o el sosiego, algo engañoso, que oculta el progresivo abandono de un territorio que, en cuanto nos descuidemos y no quede nadie para protestar, será elegido como lugar idóneo para poner aquí lo que no quiere nadie. Veremos