Qué difícil es criar. Así de rotunda y contundente empieza esta columna. Aunque seguro que para muchas de las personas que la están leyendo esto no deja de ser una perogrullada periodística más, algo obvio que no es necesario ni comentar. Sin embargo, para papás y, sobre todo, para mamás novatas, es una realidad con la que nos damos de bruces en cuanto comenzamos a ejercer. Y es que cuando anuncias un embarazo todo son recomendaciones sobre los primeros meses -que si lactancia materna o biberón, que si colecho o cuna, que si escuela infantil o excedencia, etc.- pero nadie se detiene a contarte lo que viene después, lo complicado que es ir gestionando las diversas etapas por las que van pasando nuestras criaturas según van haciéndose mayores. Y eso que, en mi caso, esto acaba casi de comenzar.
Pero bueno, quizás debería haber apuntillado algo desde las primeras líneas de este texto: qué difícil es criar en plena sociedad de la información y del conocimiento. Y es que, hoy en día, tenemos a nuestra disposición tantísimos datos que nos volvemos literalmente locas para tratar de ser las mejores mamás -o, más bien, lo que Instagram y sus gurús de crianza nos dicen que es ser una buena mamá-. Aún tengo presente en mi memoria cuando, embarazada de mi primera hija, tocó visita al hospital para una de esas pruebas que te obligan a permanecer en el centro médico durante toda la mañana. Me acompañó, por aquello de ocupar el tiempo, uno de los libros que toda mami del siglo XXI se lee: Un regalo para toda la vida, de Carlos González. Mientras esperaba resultados, recuerdo el comentario de una enfermera que, con mimo, atendía a las mujeres que ocupábamos la sala de espera: «Las madres de ahora os informáis un montón, no como nosotras, que no teníamos a mano tanto libro». Bendita ignorancia, se me pasa de vez en cuando por la cabeza.
Y es que a tanta información a nuestra disposición se suma la autoexigencia propia de, primero, nuestro género; y segundo, nuestra generación. El combo de convierte en una mezcla peligrosa, que a veces no sabemos cómo manejar y nos acaba explotando en la cara. Lo veo a diario, entre algunas de las familias que, preocupadas, se comunican conmigo y mis compis del centro educativo en el que trabajo. Pero lo siento también en primera persona, y entre mi círculo más cercano, cuando un problema que, a priori, no es tan relevante, se instala en nuestras cabezas durante semanas o incluso meses.
Al final son los trending topics los que acaban por guiarnos a la hora de criar -como en el resto de las facetas de la vida, esto no es exclusivo de la maternidad en la era digital-. Como temas estrella hoy en día: la alimentación saludable y el riesgo del uso de las pantallas. Pero, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque, y tanta entendida en crianza respetuosa y educación positiva hace que perdamos el foco en lo verdaderamente importante: nuestros hijos e hijas, que son los que deberían marcar los ritmos en lo que a sus cuidados se refiere. Una querida amiga siempre dice que nuestra prole vino al mundo a convertirse en nuestros maestros. Escuchémoslos entonces -más ahora, en periodo estival- y dejemos de lado a tanta experta de nada.