No nos engañemos. Si hoy se presentara un proyecto para construir una piscifactoría en cualquier lugar próximo a la cabecera de un río, sería desechado con casi absoluta certeza. Y si la administración competente iniciara el trámite de su autorización, es más que probable que llovieran las críticas y proliferaran las movilizaciones en su contra. En los años 80 del pasado siglo no era así. Pero hay que situarse en cada contexto antes de pasar a cuchillo a quieres tomaban esas u otras iniciativas. La historia nos debería aleccionar al efecto. Hoy nos horrorizan los comportamientos que reflejan películas del medievo o novelas de cualquier tiempo pasado que, por más que se diga, no fue mejor. Sólo fue diferente. Hoy manejamos valores distintos. Otra cosa es que los apliquemos a la realidad o nos los pasemos por el arco del triunfo.
Lo que tiene de bueno haber nacido hace 64 años es que he podido ver la evolución de costumbres, leyes, hábitos, filias y fobias de todo tipo y por supuesto los cambios en el paisaje, unos para mal y otros para bien. Sí, créanme, hay espacios naturales que han mejorado sustancialmente desde mediados del pasado siglo a esta fecha. Sin ir más lejos ni el cerro de El Castillo ni Santa Ana tenían la vegetación que ahora podemos disfrutar, pero lo que no podemos gozar como merece es el nacimiento del río Queiles. Creo que corría el año 83, si no tengo mal fechadas mis fotos, cuando descubrí la que se presentaba como una de la surgencias de agua natural más caudalosas de toda Europa. Ahí es nada. Por lo visto sólo había una en no sé qué río soviético -entonces- con más litros por segundo saliendo del vientre de una montaña. Verdad o no, lo cierto es que me quedé de piedra. De un boquete en la ladera oriental moncaína fluía el agua a borbotones a pocos metros del castillo y villa de Vozmediano. Supe entonces del dicho aquel que reza «Moncayo traidor, que haces pobre a Castilla y rico a Aragón». Las aguas del Queiles fluyen hacia Tarazona gracias a las fallas tectónicas que impiden que la parte occidental de la cumbre ibérica lleve parte de las mismas, excepción hecha del humilde Araviana, hacia la vieja Castilla.
El caso es que una abrupta senda nos llevaba hasta allí. No había piscifactoría. Hoy sí, y está cuestionada como sospechosa de haber provocado incómodas cagaleras a los turiasonenses y vecinos de otros pueblos que atraviesa el Queiles. Naturalmente ignoro si la culpa la tiene la factoría de 'Alevines del Moncayo', pero alimentar millones de pececillos artificialmente apenas nace un río no parece que sea una buena idea. Por cuestiones sanitarias y por supuesto de conservación de ecosistemas.