Me encanta salir con gente que lleva un chorizo en el bolso. Cular, de sarta o de herradura; a ser posible, de Soria y bien curado, pero no me voy a poner exquisita en los tiempos que corren. Nuestro mejor embutido ya es tendencia, esta temporada, en sus dos vertientes: como componente potencial de un kit de supervivencia ante un supuesto ataque de la Rusia de Putin o como exponente de lujo de los productos patrios que habrá que acostumbrarse a consumir de forma habitual cuando se cierre el comercio exterior por culpa de los aranceles de Trump. Sin descartar que la guerra, al final, sea, también, contra Estados Unidos porque ya se está viendo que estos dos autócratas no son tan diferentes. Y si no que me expliquen por qué las exportaciones rusas se han librado de los aranceles USA aunque Rusia tuvo, en 2024, un superávit comercial de 2.500 millones de dólares con Estados Unidos. ¡Me río yo de los bloqueos comerciales!
Casi la mitad de los españoles cree que vamos camino de una tercera guerra mundial según las últimas encuestas. También algunas de mis amigas, expertas en hacer chorizo casero, que están grabando tutoriales para ayudar a la defensa civil. Y no me extraña, la verdad, porque, leyendo la prensa, últimamente, parece que nos estamos volviendo todos locos: desde la sentencia absolutoria de Dani Alves hasta el jefe de Bomberos de la Diputación de Valencia que ha dicho que, el día de la DANA, ordenó retirar a sus efectivos del Barranco del Poyo porque «no había mucha agua y tenían ganas de comer». Los bomberos se han enfadado y han enseñado la factura del supermercado donde compraron pan, queso y patatas fritas: 11,52 euros. Daban por hecho que se quedarían en el Barranco toda la tarde y se llevaron algo para matar el hambre. ¡ Cuánto mejor un chorizo y una buena hogaza de pan! Podríamos incluir nuestro embutido estrella en los equipos de los coches de bomberos por si tienen que hacer horas extra de nuevo.
El Diccionario de la Real Academia recoge otra acepción de chorizo que todos tenemos en mente, más veces de las que quisiéramos, al hablar de política: ladrón, carterista, descuidero. Con este significado, admite el femenino, choriza, que facilita mucho la interpretación de las noticias que llegan de Francia sobre la sentencia que condena a Marine Le Pen a cuatro años de cárcel y cinco de inhabilitación por malversar 2,9 millones de euros de fondos públicos europeos, o sea, por emplear dinero de todos los ciudadanos en mantener a su partido político. Reagrupamiento Nacional -que así se llama este grupo ultraderechista- ha sido condenado también a pagar dos millones de euros como ente jurídico. Ellos, aparte de recurrir, están poniendo verdes a los jueces diciendo que se trata de una sentencia política lo que yo no acabo de entender: ¿ es que sólo las sentencias que absuelven a los políticos son justas? Y, además, convocaron una manifestación en la que Le Pen dijo: «Hoy es un día histórico,un día en el que se levanta con alegría y fervor un gran movimiento a favor de la libertad de los pueblos». Así. Como si estuviera en La Bastilla presidiendo la Revolución Francesa. Luego se comparó con Martín Luther King. ¿ A que parece que me lo estoy inventado todo? Pues no. Esto es abril de 2025.