Llevo ya un tiempo dándole vueltas a la manifiesta contradicción, por no llamarla esquizofrenia, que nuestro país luce cuando se trata de hablar del turismo. Y la verdad es que me cuesta llegar a conclusiones sensatas y asumibles por el común de mis lectores cuando se trata de analizar los efectos de este sector económico, fundamental para España pero muy molesto para la población vernácula de los lugares más concurridos. Están hasta el gorro de que todo esté lleno de gente, que la vivienda se haya puesto por las nubes y el resto de los bienes de consumo también. En Soria, sin embargo, salvo los embotellamientos de la Laguna Negra, el Cañón del Río Lobos y cuatro o cinco sitios más, aún queda margen de maniobra. De lo que realmente carecemos es de sentido común por parte de los responsables de promover el sector.
Empecemos por el principio. Si queremos tener una oferta interesante, hay que cuidarla, incluso crearla. Ya hemos citado en otras ocasiones las increíbles ausencias de instalaciones como un centro de interpretación de Numancia o un algo similar referido a las huellas de dinosaurios, tan abundantes y espectaculares en las Tierras Altas. Pero si hay algo peor que las ausencias, son las presencias absurdas. Me explico y me centro en un par de ejemplos de patrimonio que se publicita pero no se puede visitar. Voy a referirme a dos villas romanas, Los Quintanares, en Rioseco de Soria y Los Villares en Santervás del Burgo. Ambos lugares arqueológicos, declarados además como tales, está perfectamente señalizados pero llegas al lugar y lo más que puedes hacer es contemplar un vallado que delimita la villa romana y un cartel que explica lo que hay debajo de la tierra que circunda. En ambos casos sabemos que hay sorprendentes mosaicos romanos. Fueron desenterrados y luego cubiertos de nuevo para protegerlos de la intemperie o el vandalismo. Créanme, hay gente que no alcanza a entender que un puñado de teselas romanas no debe ser un recuerdo que llevarse a casa. Imaginen que un visitante del Cañón del Río Lobos, de vuelta de un bonito paseo por el singular paraje, para a comer en Valdemaluque y se encuentra con un cartel que anuncia por donde se va a la villa romana de Los Villares. Llega allí y no hay más que lo aludido. ¿Cómo valorará después otras señalizaciones con las que se tope? 'No vamos, seguro que no hay nada'.
No obstante, y para que no se enfaden los vecinos de Santervás del Burgo o de Rioseco de Soria, debo decir que, en ambos casos hay lugares preciosos. En el primero una docena de manantiales entre los que destaca la Laguna, en mitad del pueblo y en el otro el sabinar de La Cerrada con campo de golf y todo.