Aparentemente, el acto celebrado ayer en el auditorio de la Audiencia, era una despedida. Una despedida con el correspondiente e indiscutiblemente merecido homenaje a Juan Manuel Ruiz Liso por tantos años de iniciativas y desvelos para mejorar la salud y los hábitos de los sorianos y muchos otros a los que alcanzaban los impulsos de cada acción que ponía en marcha. Pero Juanma no se va. De hecho no lo haría ni aunque quisiera, porque su impulso, de varias décadas, no dejará de latir en el corazón de eso que llamamos Fundación Científica de la Caja Rural.
Ayer, simplemente se abrió una nueva etapa porque nada de lo iniciado en esta materia tan importante se puede parar. Era el momento de reconocer el esfuerzo generoso de este anatomopatólogo, que llevó su actividad mucho más lejos de lo ese complicado nombre sugiere.
Nada más lejos de mi intención que contarles mi vida, pero viene al caso que refiera el que fue mi primer contacto con Ruiz Liso. Creo que estaríamos en el año 83 del pasado siglo cuando conocí la existencia de un libro suyo en el que demostraba que el alto porcentaje de cáncer de estómago en Soria tenía mucho que ver con la reutilización de los aceites que se usaban en los adobos de las matanzas. Que me perdone el autor si no soy demasiado preciso en la descripción, pero ahora eso es lo de menos, lo importante, es que además de publicar sus estudios, dio con la clave para dar utilidad universal a tantas horas de trabajo. Difusión en los medios. O dicho de otro modo, educación para la salud que, en definitiva, terminó y sigue en la FCCR, y en muchos otros proyectos, también del ámbito nacional e incluso el internacional. La prueba es el reconocimiento de la 'Dieta Mediterránea' por la UNESCO.
Las líneas de las que dispongo se acaban enseguida y es un esfuerzo inútil incluir todas sus iniciativas en este limitado espacio. Me quedo pues con lo que, a mi entender es lo más valioso del legado de nuestro protagonista hoy; vincular la educación a la salud. De ahí que resultara tan oportuna la presencia y protagonismo de la Consejera de Educación, soriana ella, Rocío Lucas. Quién sabe si algún día, ojalá cercano, los colegios son la clave para la prevención de costumbres poco saludables. Y no me refiero sólo al consumo de chuches o de lo que llamamos comida basura. Hay otros virus, visibles y evidentes en la tecnología que fascina a los chiquillos desde muy corta edad. Las redes digitales. Se podría hacer un intento para que tabletas, móviles y similares no pudran la maleable personalidad de los niños.
Ruiz Liso nos ha mostrado el camino. Se llama Educación. Ojalá no despreciemos este legado. Gracias Juanma.