Alberto Palacios Lázaro

Alberto Palacios Lázaro


En mi despedida

08/03/2025

Antes de comenzar su gira de despedida, Sabina lanzó 'Un último vals', prometiendo que siempre guardará una coplilla aunque se retire de los escenarios, y quién sabe si también de lo demás. El Dylan español -qué extraordinaria es A Complete Unknow-, siempre poeta y torero, como las figuras, está cantando por todo el mundo para despedirse, uno a uno, de todos sus fieles. Millones, que pocos me parecen. Comienzo así porque he comunicado en el periódico mi próxima aventura laboral, incompatible con este espacio quincenal. Así lo hablé con Iván Juárez, director de Promecal Soria, quien ha personificado los conceptos de valentía -al apostar, el primero, por mí-; de criterio, al entender mis motivos para llevar, a veces, este conticinio a derroteros insospechados y, sobre todo, de libertad. Algo que comparten, sin casualidad, los buenos directores editoriales y de opinión. Lo sé porque algunos compañeros no han tenido tanta suerte. 
Así, esta es mi última columna en El Día de Soria. Al menos, hasta nueva orden. Porque, a diferencia de Sabina, uno siempre está dispuesto a volver allí donde fue feliz. Y Valladolid, ciudad a la que regreso después de cinco años en Madrid, entra en esa categoría de recuerdos dorados e intactos. Sabina, en La del pirata cojo, repasa todas las posibles vidas a escoger: costalero en Sevilla, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín… Y creo que la de Alberto en Madrid, si me dan a elegir, ha sido extraordinaria. De lo que se puede contar, he visitado los salones de los mejores escritores, he pisado las alfombras del Teatro Real y Palacio. Hemos cenado en Malasaña y en Salamanca, el barrio, tras conquistar tantos Wizink. Ochoymedio con Pablo y Jaime después de atracar mil cines en busca de vidas de repuesto. He desgastado el parqué de la casa de Sorolla, ahora museo. Otro tanto ha ocurrido con el Prado, del que me llevo kilos en las suelas y en las retinas. Como de la Cuesta de Moyano, entre libros, libreros y bohemios. Mi gente, no os engañe la raya de mi pelo. Siempre poetas y teatro con Rivas. Al Retiro en su feria, por Álex acompañado. Margaritas de pelo ondulado. Moteleros. Vecinas. Tertulias con Ángel. Cenas de 'Marquesado' donde Lucio. He agravado mi incurable querencia de abonado al tendido alto del 3 de Las Ventas, al que volveré siempre para ver a Julio, a Temes, a Mardomingo y a Morante. Nos hemos cobijado bajo la cúpula, magna, del Bernabéu, siempre templo, siempre santo. Tardes de Café Gijón y Café Comercial fantaseando con la presencia de Berlanga o Umbral. Pero siempre eran turistas asiáticos los que venían a merendar. He hecho más cosas y he conocido a más gente que días he estado en Madrid, y eso que se cuentan casi por dos mil. Dejo la columna y dejo Madrid, dos cosas que han ido de la mano, dos cosas que he contado recientemente a Garabito, a Ussía, a Peláez, a Chapu, a Antonio Lucas… Qué vértigo de agenda. Va a ser verdad que he sido columnista.