Ni soy una campeona, ni soy una valiente. Soy una enferma crónica. Aunque hace ya una semana que se celebró el Día del Cáncer de Mama, necesito hacer terapia en esta columna. Coincidiendo con esta onomástica, procuro utilizar mis redes sociales para animar a las mujeres que están en pleno proceso. Lo hago con un texto y unas fotos en las que aparezco sin pelo o en una cama de hospital recibiendo la quimio. No muestro mis pechos, porque nadie pensaría que una vez, hace siete años, me hicieron una tumorectomía. El doctor Cuezva se encargó de ello (todas las mujeres que hemos pasado por su quirófano le amamos). Cada 19 de octubre, me muestro en las redes a calva descubierta, porque a muchas mujeres les hace falta constatar que otras, antes, lo sufrimos, lo superamos y aquí estamos, a lo nuestro, a nuestros disfrutes y a nuestras mierdas, que de todo tenemos. Seamos sinceras: las mujeres con cáncer de mama damos más pena por nuestro aparente deterioro físico que por la pérdida de nuestra salud. Hay otras enfermedades poco visibles pero mucho más agresivas, sin embargo, como no te quedas calva ni te arrancan las tetas, no generan esa lástima. Lamento constatar que nos califican como valientes y campeonas, porque nuestro físico ya no responde a esos estereotipos con los que nos machacan constantemente, porque perdemos la belleza convencional. Pobrecilla, calva. Pobrecilla, sin tetas y con cicatrices. Si el cáncer de mama no tuviera esas connotaciones estéticas, si sólo afectara a las células, no generaríamos tanta lástima. Es sorprendente que te digan que eres valiente y campeona por hacer público que tienes cáncer cuando la tasa de supervivencia es muy alta. En los casos de cáncer de mama temprano, si el tumor está localizado, llega al 99%. En los casos de tumor regional, es decir, si el cáncer se ha propagado fuera del seno, es de un 85%.
Ningún enfermo o enferma de cardiología considera tabú su infarto o su angina de pecho a pesar de que la insuficiencia cardiaca es una enfermedad con una elevada mortalidad: su supervivencia se sitúa en torno al 50% a los cinco años del diagnóstico, por lo que no es mejor que la de muchos cánceres. Sin embargo, socialmente, los enfermos cardiovasculares no generan tanta lástima como los oncológicos. Mi crítica quiero dirigirla a la sociedad que se empeña en sucumbir a unos cánones de belleza que impone el mercado desde las marcas de cosméticos, clínicas de medicina estética o famosillos y famosillas de tres al cuarto. Este domingo se celebra el XII Camino por Soria Contra el Cáncer. Buena oportunidad para pedir a las administraciones que inviertan en investigación, en infraestructuras y en educación para la salud a ver si así la sociedad empieza a ver a enfermas crónicas en vez de a valientes y campeonas con un aspecto físico que no responde a los cánones de belleza.