Cuando yo era adolescente corría la mitad de los años 80. En esa época, en pleno alboroto y alborozo de mis hormonas adolescentes, nadie hablaba de la memoria histórica. Ese concepto aún no se había popularizado. Ni el concepto ni tampoco la necesidad social de hacer justicia con los asesinados en la guerra civil y la postguerra cuyos cuerpos estaban perdidos en fosas y cunetas desde hacía cincuenta años. La democracia estaba en pañales (no sé si alguna vez ha dejado de estarlo o si alguna vez hemos tenido democracia) y el debate y planteamiento de leyes que restituyeran el daño propiciado a las víctimas del franquismo era ciencia ficción.
En mi familia biológica no sufrimos la represión franquista. Pero en mi familia política, sí. El padre de mi tío Pepe (cuñado de mi padre) fue asesinado, probablemente, por ser maestro. Yo no lo supe hasta que un día, en esa adolescencia cargadita de hormonas, mi padre llevó a casa el libro de Gregorio Herrero Balsa y Antonio Hernández García, La represión en Soria durante la Guerra Civil. Lo abrió y dijo señalando un párrafo con su dedo índice, "éste es el padre del Pepe". Yo leí la tragedia de aquel hombre y cómo mi tío Pepe, con nueve años, se meó en los pantalones cuando unos guardias civiles fueron, pistola en mano, a buscar a casa a su padre. Hacía algunos días que se había escondido en el monte. Lo fusilaron poco después por un chivatazo de un vecino del pueblo al que le dio algunas pesetas para que le comprara una hogaza de pan y un periódico. Y esas fueron todas las explicaciones de la represión franquista que yo recibí en mi adolescencia. Fue muchos años después cuando conocí a Iván Aparicio, el Presidente de la Asociación Recuerdo y Dignidad, y algo dentro de mí hizo click.
Ante esa desinformación en los tiempos en los que yo era adolescente, en este mes de octubre de 2023, 120 alumnos sorianos han tenido la suerte de asimilar, in situ, la deuda que mantenemos con las víctimas del franquismo. De conocer la vida de verdad. Estos chicos y chicas del I.E.S. Virgen del Espino y del I.E.S. Antonio Machado acudieron al cementerio de Las Casas donde se estaban exhumando los cadáveres de la segunda mayor fosa de Soria. Se quedaron fuera, porque los trabajos se realizaron con presencia policial y judicial y están bajo secreto de sumario.
Los miembros de Recuerdo y Dignidad, científicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y miembros de la Policía Nacional les explicaron los trabajos que se estaban realizando en esos momentos. Además, pudieron entender, a escasos metros de una fosa común, lo que fue el franquismo y lo que es la memoria histórica mientras escuchaban el ruido de las máquinas y las palas contra la tierra para recuperar los restos de al menos 34 fusilados, que esperan amontonados desde hace 87 años. Ojalá yo hubiera tenido esa oportunidad de conocer la vida de verdad.