Silvano Andrés de la Morena

Atalaya

Silvano Andrés de la Morena


El octubre de Soria

19/10/2024

El mes del otoño en Soria es octubre, que augura el invierno. Mes de la simienza, de las trufas, de las nueces, de las setas. Y también de la vendimia. Me contaban mis padres que iban a vendimiar desde el pueblo hasta San Esteban y Langa. Al anochecer, fresco y rojizo, volvían andando, con las banastas llenas de fruto sobre la espalda. Allí, la necesidad se acompañaba con la alegría y la promesa de un vino que llegaría parco, pero deseado. La acogida familiar recompensaba el esfuerzo, que se prolongaba a la luz del candil, para colgar los racimos en el granero, vigilados por la otra cosecha, la del pan de agosto. Octubre es el mes del vino. Por eso, se lo apropió Baco, que adoraban, sin saberlo, por la zona de Atauta, que supo recuperar el arte caldoso, que hace soñar las penas duras de estas tierras de Soria, parcas en viandas y derrochadoras de un frío que octubre anuncia con los trabajos y los días.

El otoño es el declinar del sol, el signo de que un tiempo acerca su final, cuando las lluvias dicen adiós al verano. Todo, pensando amarillo, se va preparando para un sueño. La luz se vuelve lánguida, los ojos se dirigen hacia adentro. Nos recogemos, recordamos, nos desprendemos de lo que va sobrando. Ahora, huele al otoño de la pizarra, de los libros, de las mochilas, de la Dehesa, de El Collado, que se llenan de ruido a la hora del recreo. Todo se pone en marcha. Se llenan las aulas con el recuerdo de la luz del verano y de las historias vivas. Apuntes, tablets, exámenes. Todo se pone en marcha para coger aliento y fuerza en el otoño, cuando el cielo se oscurece y los días se acortan. 

El otoño ha sido siempre un motivo de inspiración, pero, quizá más que las otras estaciones, también de reflexión. No solo San Isidoro de León es libro abierto, dirigido a los temerosos de Dios en la Edad Media, también goza contemplar en El Prado la serenidad de "La vendimia", de Goya, con la perfección organizada de sus figuras. En música, reconforta en los días grises de octubre la dulzura del sueño después de las libaciones, que Vivaldi transmite en el "Adagio molto" otoñal, de sus "Cuatro estaciones". La literatura, por su parte, ha producido un torrente de palabras que van tras el paso fugaz y gris de esta estación que prepara a la naturaleza para su propio ocaso momentáneo en el invierno. Desde Alberti a Jorge Guillén, entre otros muchos, lo han cantado con la sabiduría de su verbo. Pero también los hay que nos parecen más cercanos a los horizontes de esta Soria entrañable de octubre, como Ángel Crespo, cuando escribe que "el otoño,/ nos acerca el sonido/ de los cencerros, el balido/ de los cencerros y su lana". O incluso alguien de lejanas geografías como el gran romántico inglés John Keats, que describía el otoño como el "compañero entrañable del sol casi maduro... que cubre los rastrojos de un matiz sonrosado".

Pero quien lo vivió en el camino de sus paseos y lo esculpió en el dolor de sus entrañas fue don Antonio, que lo retrata con la perfección del pincel que no necesita soñar lo que tiene delante. Machado nos pone ante los sentidos esa estampa que añora todo soriano cuando recuerda las sendas ya borradas. "Bajo una nube de carmín y llama,/ en el oro fluido y verdinoso/ del poniente, las sombras se agigantan". Más duro y sentido todavía, Juan Antonio Gaya Nuño, empieza su "Santero de San Saturio" con un retrato que va más allá de lo que los sentidos perciben, en su brutal choque con el mundo: "Llegué a Soria en octubre, el mes del Santo y del Otoño, el mes que separa la estación veraniega de los tremendos, largos, aburridos días de invierno. Es un mes plácido, fresquillo, plateado, que se divierte aproximando las sierras a la ciudad. Durante sus días, todo se torna recogido y sosegado... Los catedráticos poetas que abrillantaron esta tierra cruda y medieval, llegaban desde lejanas latitudes a encargarse de sus cursos; y, por eso, hallaban una Soria tan "total, precisa y exacta". 

En el fondo, siempre el tiempo. Que es el precio que paga la batalla de la conciencia, cuando medita en la quietud de estos largos crepúsculos, y otoñales, de la Soria plácida de octubre, por el Duero y sus campos…, de Cuevas de Ayllón a Yanguas y de Vozmediano a Duruelo de la Sierra. El octubre de Soria.