Parece que desde que Isabel Díaz Ayuso acuñó la frase 'me gusta la fruta' para encubrir lo que realmente dijo a Pedro Sánchez con una fea mención a su madre que todos intuyeron, se ha despertado la imaginación de algunos españoles para degradar a otros. Me explico. Estamos viviendo estos días las movilizaciones, a nivel continental, de las organizaciones agrarias. Llevaban mucho tiempo comulgando con ruedas de molino tan indigestas como la competencia, manifiestamente desleal, que de una manera suicida permiten los gobiernos de Europa con la entrada de productos más baratos desde países externos y que lo son porque se pasan por el arco del triunfo la prescripciones sanitarias obligatorias que, en nuestras parcelas si se aplican y obligan a subir el precio final que paga el consumidor. Sinceramente creo que merecen el apoyo social y en buena medida lo tienen, pero Dios da pan al que no tiene dientes y el sector agro-ganadero dilapida ese importante activo de solidaridad con muestras de división y evidenciando que cada cual va a su bola.
El pasado lunes se aplicó a las discrepancias entre organizaciones agrarias y plataformas sin estructura alguna, una nueva forma de lingüística gestual, consistente en insultar con un regalo. En este caso unas cajas de gambas entregadas con ironía y mala baba, por presuntos líderes de los grupos de profesionales del campo que están sacando los tractores a la calle. A los representantes de ASAJA les dijeron, supongo, con ese presente envenenado que son unos traidores, unos triperos o unos vendidos. Seguramente todo a la vez. El ex presidente de ASAJA les respondió con un corte de mangas que sin duda es más barato que los sabrosos crustáceos. Los autores de este despectivo gesto no dudaron en posar para la prensa con una sonrisa en los labios y mostrando las gambas. 'Somos cojonudos, de esta nos hacemos famosos'. No se les pasó por la cabeza pensar en la carga de profundidad que supone esta absurda puesta en escena. Dijeron que ASAJA no les representaba. Podría ser. Pero lo que está claro es que se quejan de los que pringan quienes no se apuntan a la defensa colegiada de sus derechos con el compromiso de dar la cara a diario allá donde haga falta. No sólo pasa en este colectivo, contaré como anécdota que apenas creamos la Asociación de Periodistas en Soria ya hubo colegas que dijeron que no estábamos haciendo nada útil los que nos pringamos en la directiva, y ellos siguieron como espectadores erosionando la APIS. Es mi opinión, está claro, pero clasifico a estas gentes como los que miran los toros desde la barrera y se reservan el derecho de insultar al torero que se la juega en el ruedo.