Pere Navarro, director General de Tráfico, es un tipo entrañable. Aún recuerdo cuando, preguntado por los accidentes que generaban en Soria los animales silvestres, comentó, enternecido, la bucólica la escena de una carretera jalonada con imágenes de corzos y ciervos. Fue hace años en el Parador. De entonces a esta parte no ha aparecido en este hueco periodístico titulado Sopa de Guindillas.
Hoy me lo imagino con un técnico enfrente que le explica que la autovía A.15, entre Almazán y Medinaceli está hecha unos zorros y hay que hacer algo o, cualquier día, vamos a tener un disgusto. ¡Ah! y ¿qué es lo que habría que hacer? Pregunta. Pues repavimentar un tramo de treinta kilómetros previa consolidación del suelo en el que se asienta, asegura el ingeniero. Navarro se interesa por un presupuesto a ojo y no le cuadra. Es mucha pasta. Y mientras se acuerda de la madre que parió a quienes adjudicaron la obra en su día, responsables al fin de la chapuza, le dice a su atenta y solícita secretaria que incluya en el orden del día esta 'chorrada soriana' en la próxima reunión con los responsables nacionales de 'mantenimiento'.
No hay presupuesto para eso, usted verá, pero ya sabe que se han incrementado las aportaciones a Cataluña y Euskadi y lo que manda Europa nos lo hemos fundido en cuatro días. A ver, argumenta otro de los reunidos, cualquier día nos cargarán un accidente porque el pavimento está en peores condiciones que los andurriales de las Tierras Altas de Soria. Bueno, dice un tercero, pues de momento podemos limitar la velocidad. ¿La bajamos a cien, propone Navarro?, al menos hasta que logremos presupuesto para licitar una repavimentación en condiciones. A esa velocidad se la pueden pegar igual y nos fríen como se declare culpable al Gobierno en general y la DGT en particular. ¡Pues a 80 por hora! propone un tipo calvo en el otro lado de la mesa de reuniones. ¡Es una barbaridad!, responde Navarro. Son más de veinte kilómetros a paso de tortuga. Le releva en el uso de la palabra un ejecutivo, cuyo nombre no recuerda, pero que con una autoridad que no ostenta, pero luce como si fuera suya y resume su propuesta. 'La podemos a bajar a 70 por hora, -murmullos de sorpresa-, y vamos a poner señales cada cinco kilómetros. A ambos lados de la calzada. Pero lo ¿la van a respetar? pregunta Navarro. Mejor si no lo hacen, asegura el 'gominas', media docena de radares bien camuflados proporcionarán unos interesantes ingresos. Quizá suficientes para, al menos, convencer al ministerio para que inicie la adjudicación de un proyecto para arreglar el asfalto. Dicho y hecho.
Es ficción sí, pero visto lo que pintamos, podría ser verdad.