Hace unos días, mi hija mayor llegaba radiante del colegio. Y no fue, precisamente, por descubrir la propiedad conmutativa de la suma o por diferenciar los sustantivos comunes de los propios. Fue por algo tan emocionante, y a la vez tan significativo para ella (y, por lo que me ha contado, también para el resto del alumnado de su curso) como apadrinar un pingüino.
Tras indagar un poco, descubrí que se trata de una iniciativa de la Campaña Antártica del Ejército de Tierra, perteneciente al Ministerio de Defensa, que data de 1992, y es de carácter gratuito. El principal objetivo de la misma es, como recoge su página web, «difundir el compromiso con el cuidado del medio ambiente, para que, de esta forma, entre todos podamos hacer del planeta Tierra un lugar más limpio, saludable y equilibrado con la naturaleza». Los miembros de la XXXVIII Campaña Antártica, garantizan que «el pingüino que apadrine conseguirá sobrevivir y convertirse en un pingüino adulto, capaz de procrear y cuidar de sus polluelos cumpliendo así una de las fases de su ciclo vital».
No seré yo la que tire piedras contra los principios básicos de la educación tradicional, y le reste valor al aprendizaje de las asignaturas instrumentales. Desde luego, esta formación será la que nos prepare para ser parte de una sociedad, con todas nuestras competencias y destrezas desarrolladas, que nos permitan desenvolvernos, de una manera funcional, como seres sociales que viven dentro de un sistema. No obstante, y de ahí el valor de la actividad de los pingüinos, cada vez es mayor el número de profesionales de la enseñanza que ponen en relevancia el alcance del trabajo en valores. Una tarea que, además, contextualiza la educación en algo concreto, algo significativo para alumnos y alumnas, lo que facilita su proceso de enseñanza- aprendizaje.
Todo ella aterriza también en el mundo profesional, a través de las soft skills, tan de moda en los últimos años, incluso desde el inicial proceso de selección. Y es que, con una actividad, a priori, de menor calado como es el apadrinamiento de un pingüino, se puede trabajar en nuestro alumnado competencias blandas como: la capacidad resolutiva, la creatividad, la innovación, el pensamiento crítico, el trabajo en grupo y la inteligencia emocional, entre muchas otras.
Pero no olvidemos también que la actual legislación educativa incluye un compromiso con el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, promoviendo principios como una educación para la transición ecológica con criterios de justicia social como contribución a la sostenibilidad ambiental, social y económica. Por ello, este tipo de iniciativas no sólo son de lo más atractivo para las y los estudiantes, sino que cumplen escrupulosamente con los principios básicos de la LOMLOE.
Y es que formar en ecología, o en coeducación, o en pro de una mejor convivencia en el centro escolar, o promoviendo principios de inclusión, o en un uso responsable y autónomo de las TIC, etc. son contenidos que, afortunadamente, cada vez tienen mayor cabida en los coles. Porque además de garantizarnos una alfabetización funcional, también debemos promover una ciudadanía del futuro capaz de compensar las carencias de la sociedad del presente.